Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  

Hegemony and Subalternity of Memory. Analysis of the Memorial Account of the Monument to the Heroes of Sumapaz

Hegemonia e subalternidade da memória. Análises do relato memorial do Monumento aos Heróis do Sumapaz

Publicado
2023-01-01

El presente artículo de reflexión analiza el monumento como dispositivo cultural de reconstrucción e interpretación del pasado, el cual se encuentra situado entre el arte público y la memoria política. Otorgar al pasado una forma memorial tiene como propósito eternizar cierto tipo de relato histórico; no obstante, desde una perspectiva crítica es importante no perder de vista que los monumentos son erigidos en contextos sociales particulares y están condicionados por las realidades históricas del momento. El artículo se propone descifrar estos contextos y condiciones en relación con el Monumento a los Héroes del Sumapaz analizando su relato oficial del pasado y contraponiéndolo a la historia disidente que ha caracterizado esta región de Colombia. Metodológicamente se propone el análisis del monumento desde tres niveles: la reconstrucción histórica que permite una comprensión crítica, la interpretación simbólica que observa la propuesta estética, y la definición de las diversas interpretaciones del pasado que pugnan en una lucha por la memoria. Los resultados señalan el contraste entre el relato heroizante promovido desde la institucionalidad estatal que invisibiliza la memoria local de resistencia campesina, la cual se pliega sobre sus propias prácticas de rememoración fundamentadas en la oralidad y la cohesión comunitaria.  

Palabras clave: social conflict, contemporary history, social movement, collective memory, historical monument (en)
conflicto social, historia contemporánea, movimiento social, memoria colectiva, monumento histórico (es)
conflito social, história contemporânea, movimento social, memória coletiva, monumento histórico (pt)

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APA

Ramos Pérez, J. C. (2023). Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  . Folios, (57). https://doi.org/10.17227/folios.57-13752

ACM

[1]
Ramos Pérez, J.C. 2023. Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  . Folios. 57 (ene. 2023). DOI:https://doi.org/10.17227/folios.57-13752.

ACS

(1)
Ramos Pérez, J. C. Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  . Folios 2023.

ABNT

RAMOS PÉREZ, J. C. Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  . Folios, [S. l.], n. 57, 2023. DOI: 10.17227/folios.57-13752. Disponível em: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/RF/article/view/131-146. Acesso em: 19 abr. 2024.

Chicago

Ramos Pérez, Juan Carlos. 2023. «Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  ». Folios, n.º 57 (enero). https://doi.org/10.17227/folios.57-13752.

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Ramos Pérez, J. C. (2023) «Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  », Folios, (57). doi: 10.17227/folios.57-13752.

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J. C. Ramos Pérez, «Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  », Folios, n.º 57, ene. 2023.

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Ramos Pérez, J. C. «Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  ». Folios, n.º 57, enero de 2023, doi:10.17227/folios.57-13752.

Turabian

Ramos Pérez, Juan Carlos. «Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  ». Folios, no. 57 (enero 1, 2023). Accedido abril 19, 2024. https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/RF/article/view/131-146.

Vancouver

1.
Ramos Pérez JC. Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz  . Folios [Internet]. 1 de enero de 2023 [citado 19 de abril de 2024];(57). Disponible en: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/RF/article/view/131-146

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Recibido: 29 de abril de 2021; Aceptado: 3 de mayo de 2021

Resumen

El presente artículo de reflexión analiza el monumento como dispositivo cultural de reconstrucción e interpretación del pasado, el cual se encuentra situado entre el arte público y la memoria política. Otorgar al pasado una forma memorial tiene como propósito eternizar cierto tipo de relato histórico; no obstante, desde una perspectiva crítica es importante no perder de vista que los monumentos son erigidos en contextos sociales particulares y están condicionados por las realidades históricas del momento. El artículo se propone descifrar estos contextos y condiciones en relación con el Monumento a los Héroes del Sumapaz analizando su relato oficial del pasado y contraponiéndolo a la historia disidente que ha caracterizado esta región de Colombia. Metodológicamente se propone el análisis del monumento desde tres niveles: la reconstrucción histórica que permite una comprensión crítica, la interpretación simbólica que observa la propuesta estética, y la definición de las diversas interpretaciones del pasado que pugnan en una lucha por la memoria. Los resultados señalan el contraste entre el relato heroizante promovido desde la institucionalidad estatal que invisibiliza la memoria local de resistencia campesina, la cual se pliega sobre sus propias prácticas de rememoración fundamentadas en la oralidad y la cohesión comunitaria.

Palabras clave:

Conflicto social, historia contemporánea, movimiento social, memoria colectiva, monumento histórico.

Abstract

This article for reflection analyzes the monument, as a cultural device for the reconstruction and interpretation of the past, situated between public art and political memory. Giving the past a memorial form is intended to eternalize a certain type of historical account. However, from a critical perspective, it is important to keep in mind that monuments are built social contexts and are not conditioned by the historical realities of the moment. The article proposes to decipher these contexts and conditions in relation to the Monument to the Heroes of Sumapaz analyzing its official account of the past and contrasting the dissident history that has characterized this region of Colombia. Methodologically the analysis of the monument is proposed from three levels: the historical reconstruction that allows a critical understanding, the symbolic interpretation that observes the aesthetic proposal, and the definition of the different interpretations of the past that fight for memory. The results indicate the contrast between the heroic narrative promoted by the state institutions that makes the local memory of peasant resistance invisible, which is folded over its own remembrance practices based on orality and community cohesion.

Keywords:

Social conflict, contemporary history, social movement, collective memory, historical monument.

Resumo

Este artigo de reflexão analisa o monumento, enquanto dispositivo cultural de reconstrução e interpretação do passado, o qual está situado entre a arte pública e a memória política. Dar ao passado uma forma memorial tem o propósito de eternizar um certo tipo de narrativa histórica. Não obstante, desde uma perspectiva crítica é importante não perder de vista que os monumentos são erguidos em contextos sociais particulares e são condicionados pelas realidades históricas do momento. O artigo propõe-se decifrar esses contextos e condições na relação com o Monumento aos Heróis do Sumapaz analisando seu relato oficial do passado em posição à história dissidente que caracterizou esta região da Colômbia. Metodologicamente, propõe-se a análise do monumento desde três niveles: a reconstrução histórica que permite uma compreensão crítica, a interpretação simbólica que observa a proposta estética, e a definição de todas as diversas interpretações do passado que pugnam em uma luta pela memória. Os resultados indicam o contraste entre o relato heroico promovido desde a institucionalidade estatal que torna invisível a memória local da resistência camponesa, que se desdobra em suas próprias práticas de lembrança baseadas na oralidade e na coesão comunitária.

Palavras-chave:

Conflito social, história contemporânea, movimento social, memória coletiva, monumento histórico.

Introducción

Los lugares de memoria, como lo recuerda Nora (2008), no son estables ni fijan sentidos o relatos invariables, dependen de la interpretación del pasado que elaboran diversos sectores de la sociedad contemporánea. En este sentido, estos lugares nos hablan más de nuestro presente que del pasado mismo. Estos lugares monumentalizados de memoria en un principio suelen representar una interpretación impuesta o consensuada del pasado, pero posteriormente pueden transformarse conforme esta visión se modifica. Por tanto, los lugares de memoria -a pesar de aspirar a ello- no son inmutables, sino que se alteran de acuerdo con las nuevas resignificaciones que adquiere el pasado colectivo, o simplemente caen en el olvido porque aquello que en su momento era considerado relevante pierde su significado o interés (Young, 2000).

El caso del monumento a los Héroes del Sumapaz es un buen ejemplo de la concepción del pasado que tiene cierto grupo social y que aspira a instaurar al resto de la sociedad a través de un lugar de memoria. Quienes lo erigieron manifiestan simbólicamente una serie de valores que pretenden eternizar en la memoria colectiva nacional: el triunfo sobre las fuerzas terroristas que amenazaban la armonía social junto con el sentido del heroísmo sacrificial que recae exclusivamente en las fuerzas militares y por el cual se le debe rendir eterna gratitud. Monumentos de este tipo tienen una función conmemorativa y de transmisión de significados, y sirven para mantener y nutrir la transmisión del pasado proyectando ideas de futuro (Ricart, 2018).

El artículo propone analizar el monumento a los Héroes del Sumapaz como mecanismo de revisión crítica del propio pasado reciente. Metodológicamente se asume análisis desde los tres niveles planteados por Dogliani (2009): en el primero, se adelantó la reconstrucción de los acontecimientos que han inspirado la promoción y erección del monumento objeto de nuestro estudio. El segundo nivel de investigación se enfoca en el análisis del espacio natural y arquitectónico en el cual está integrado el monumento y sobre el uso de dicho espacio. El último nivel reconstruye la historia material del monumento, su propia historia, sus transformaciones y el impacto en la sociedad.

En este sentido el texto se organiza a partir de dichos niveles, de manera que en la primera parte se presenta una reconstrucción histórica del movimiento campesino de resistencia en su lucha por la tierra, para detenerse posteriormente en la incursión de la guerrilla de las FARC-EP en el territorio del Sumapaz. La segunda, se detiene en la lectura externa del monumento descifrando su representación simbólica. La tercera parte analiza el contexto político que explica su origen, las polémicas relacionadas con las luchas por la memoria y la percepción actual que genera entre sus visitantes.

Sumapaz: entre la resistencia campesina y la subversión guerrillera

El territorio del Sumapaz tiene una larga trayectoria de luchas y resistencias campesinas por la tenencia de la tierra. Sin embargo, para efectos del presente trabajo, se limitará a señalar dos etapas relevantes para la comprensión de la historia social del Sumapaz. En un primer momento se describirá el inicio del movimiento social, las formas de resistencia que adoptaron los colonos campesinos en contra de los grandes hacendados y la estrategia de autodefensa que emprendieron para protegerse del ataque de agentes estatales y paraestatales. Posteriormente se dentrá en la incursión al Sumapaz por parte de la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y su utilización del territorio en su estrategia de guerra contra el Estado.

Movimiento agrario y autodefensa campesina, 1930-1972

La historia de esta región está marcada por la lucha campesina. Desde inicios del siglo xx se organiza un movimiento campesino que pretende la reivindicación de la propiedad de la tierra y entra en conflicto con grandes hacendados dedicados a la plantación de café y caña de azúcar. En la parte alta de la región la economía de las haciendas se enfocaba en el cultivo de papa, la explotación de maderas y la ganadería extensiva. La lucha agraria de los campesinos se explica por la crisis de las haciendas cafeteras y la erosión del antiguo sistema de trabajo basado en regímenes de arrendamiento y prestación de servicios. Muchos de estos campesinos eran colonos de otras regiones que se establecieron en el Sumapaz en búsqueda de tierras baldías que fueran propicias para la explotación agrícola. A pesar de que la ley protegía a los pequeños cultivadores y les reconocía la propiedad de la tierra, estos emprendimientos encontraron fuerte resistencias en los hacendados locales que pretendían hacer valer sus títulos de propiedad.

Erasmo Valencia, quien se destacó como uno de los primeros y más importantes líderes agrarios de la región, resumía en 1920 el conflicto de la siguiente manera: "Los grandes hacendados, muchos no conocen sus tierras o la totalidad de ellas, o no las trabajan, son otros los que se dedican a esas labores, mientras el propietario se enriquece con el fruto del esfuerzo ajeno" (Valencia, citado por González, 1996, p. 60)

En este contexto inició la organización de los colonos campesinos para enfrentarse al poder de los hacendados, no solo por reclamaciones de carácter legal, sino también por medio de fundación de colonias agrarias en las cuales el trabajo comunitario era fundamental.

En la década de 1930, el triunfo del Partido Liberal favoreció las condiciones para la lucha agraria, cuando se promovió la insurrección de los arrendatarios y la impugnación de dudosos títulos de propiedad de los grandes hacendados. Desde esta época en la región se adoptó un marcado carácter político en sus organizaciones agrarias, en donde muchos de sus principales dirigentes se vincularon a diversos partidos políticos que apoyaban las reivindicaciones campesinas. La rebelión campesina cobró plena fuerza con el apoyo de políticos de alcance nacional, como el liberal Jorge Eliécer Gaitán, y las contradicciones con los terratenientes y las autoridades municipales se acentuaron con la negación del conflicto por parte de estas últimas, quienes acusaban a los campesinos de estar influenciados por agentes subversivos, lo cual dio lugar a la estigmatización del movimiento campesino y sus dirigentes (Londoño, 2014).

La radicalización política de la región del Sumapaz se apoyó tanto en condiciones autóctonas del movimiento campesino como a factores externos vinculados con la política nacional, en particular con el soporte que brindaba Gaitán a las luchas agrarias de esta zona. Desde comienzos de la década de 1930 hasta el asesinato de Gaitán, en 1948, el cual desató una insurrección popular tanto en Bogotá como en el país, la rebelión campesina del Sumapaz cobró mayor relevancia nacional y se convirtió en el mayor movimiento social campesino hasta el momento. Otros líderes agrarios de la región como Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Valera se destacaban por su formación política y por su proyección, convirtiéndolos en figuras de referencia de todo el movimiento campesino nacional (Londoño, 2014).

Esta insurrección se manifestó en la destrucción de gran parte del comercio, de las iglesias y de los edificios estatales del centro de la capital, en lo que se conoció como el bogotazo (Braun, 1985; Alape, 1987), la cual no se limitó a la ciudad capital, sino que se trasladó a otras ciudades, municipios y regiones, hecho que dio inicio a una nueva etapa de violencia política marcada por el sectarismo entre los partidarios de los partidos tradicionales (Sánchez, 1983). El magnicidio, y la consecuente violencia desatada de este, corresponde, en palabras de Hobsbawm (2001), a una "revolución social frustrada", la cual "puede suceder cuando las tensiones revolucionarias sociales no son disipadas por el pacífico desarrollo económico ni atajadas para crear estructuras sociales nuevas y revolucionarias" (p. 240).

Las acciones violentas entre liberales y conservadores, acentuadas con el asesinato de Gaitán, son conocidas, a falta de un nombre mejor, como la Violencia y afectaron de manera significativa a la región del Sumapaz.1 El movimiento agrario se convirtió en una autodefensa armada campesina que aprovechaba toda su experiencia organizativa previa para repeler los ataques de bandas armadas conformadas por conservadores que pretendían despojar a los campesinos de sus tierras para redistribuirlas entre los hacendados y nuevos colonos afines al partido conservador. Juan de la Cruz Varela se destacó como el principal dirigente agrario y comandante de la autodefensa campesina que presentó resistencia armada a los grupos de conservadores, terratenientes, miembros del Ejército y la Policía, entre 1950 y 1953 (Londoño, 1998) (figura 1). Organizó un comando en el sitio El Palmar, y debido al bombardeo al que fueron sometidos, huyeron hacia la parte alta del páramo con todas las familias de la región en búsqueda de refugio. Varela (citado por Londoño, 2014) lo relata de la siguiente manera:

En El Palmar eran más de cuatro mil [personas] con los guerrilleros, andando por esas selvas y rompiendo cordilleras horribles. La aviación por encima bombardeando y ametrallando. Después de tres meses, cuando metieron la aviación, rompimos el cerco y toda la gente se fue y eso murió mucha gente por el camino. (p. 494)

Juan de la Cruz Varela en la desmovilización de los frentes guerrilleros del Sumapaz y el Oriente del Tolima (1953)

Figura 1: Juan de la Cruz Varela en la desmovilización de los frentes guerrilleros del Sumapaz y el Oriente del Tolima (1953)

Nota: tomada de Varela y Duque (2010).

Rosa Mora (citada por Londoño, 2014), una de las mujeres campesinas que huía de la represión del Ejército recuerda lo siguiente:

Nos perseguían con batallones de tropa y por el aire con aviones ametrallándonos. Huimos talando monte, subiendo y bajando por altos precipicios, prendidos de bejucos, y así fue como murieron muchos niños y ancianos desnucados porque se desprendían o se desvanecían y caían encima de las piedras, pues pasábamos días sin probar comida. (p. 495)

Con la salida del gobierno conservador en 1953 se cesaron la represión y la persecución oficial, y llegaron las ofertas de paz para desmovilizar la guerrilla de autodefensa campesina. Esta fue rápidamente acogida por el movimiento agrario del Sumapaz con el propósito de reiniciar sus reivindicaciones legales por la tierra (Londoño, 2003).

No obstante, la reinserción a la vida civil fue rápidamente frustrada por los incumplimientos del Gobierno nacional y la lucha armada prosiguió de manera intermitente entre 1953 y 1958. En esta etapa, que Londoño (2014) denomina el Sumapaz Rojo, toda la región y sus principales dirigentes, entre los que se destacaba Juan de la Cruz Varela, se incorporaron al Partido Comunista. Esto supuso la enemistad entre partidarios liberales y militantes comunistas que tenían una perspectiva diferente de las luchas agrarias y que desencadenó una guerra abierta entre estas dos facciones durante catorce años (1958-1972). De igual manera, el acercamiento hacia el comunismo condujo a la estigmatización de todo el movimiento agrario del Sumapaz, el Estado y los hacendados se dedicaron a perseguir a los dirigentes comunistas, a quienes acusaban de subversivos y los asociaban con elementos desestabilizadores provenientes del extranjero. La guerra fría y el anticomunismo promovido desde Estados Unidos fueron el escenario propicio para que esta percusión se arraigara durante toda la segunda mitad del siglo XX.

El cerco de Bogotá y la guerra antisubversiva contra las FARC-EP (2000-2006)

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) surgieron en 1964 en el sur del departamento del Tolima y rápidamente se desplegaron por diferentes regiones con el propósito de adelantar una guerra de guerrillas que abarcara todo del territorio nacional. En 1982 tomaron la decisión estratégica de acercarse a la periferia de Bogotá con el objetivo de reclutar combatientes y ganar mayor apoyo social. Las FARC-EP buscaban bloquear la entrada de víveres a la ciudad y así provocar una insurrección popular contra el Estado. Cuando esto sucediera, los miles de combatientes sembrados alrededor de la ciudad entrarían victoriosos a Bogotá como Fidel Castro en 1959 a La Habana (León, 2004). Para inicios del año 2000 las FARC-EP operaban alrededor de Bogotá con un importante despliegue militar (figura 2).

Estructuras de las FARC-EP rodeando Bogotá en el año 2000

Figura 2: Estructuras de las FARC-EP rodeando Bogotá en el año 2000

Nota: tomada de Pérez (2006).

Entre 1986 y 2001 fueron responsables de 154 acciones armadas, incluyendo la toma armada de los municipios cercanos a Bogotá,2 17 emboscadas, 24 hostigamientos y 5 ataques a instalaciones militares y de policía. Lo anterior, sin contar los secuestros individuales y masivos que afectaron a un importante número de civiles (Defensoría del Pueblo, 2017).

La presencia guerrillera de las FARC-EP se mantuvo fuerte hasta 2003 cuando el Ejército Nacional lanzó la operación militar Libertad I, la cual debilitó toda la estructura bélica de la guerrilla que se vio obligada a replegar todos sus frentes de guerra a regiones mucho más alejadas de la capital. En este periodo, las FARC-EP instalaron minas antipersonales y otros artefactos explosivos en zonas rurales del Sumapaz, con el fin de contener el avance de la Fuerza Pública. Desde entonces la presencia de las Fuerzas Militares ha sido permanente en municipios que antes estaban controlados por la guerrilla (Verdad Abierta, 2015).

La estrategia antisubversiva en el Sumapaz consistió tanto en el despliegue de una operación militar de enorme envergadura como de la arremetida paramilitar que la acompañó. Grupos paramilitares incursionaron con fuerza amenazando y asesinando líderes sociales, líderes políticos y autoridades municipales señalados de tener nexos con las FARC-EP (Observatorio Programa Presidencial DD. HH., 2002). En el municipio de Pandi, por ejemplo, atacaron a diversas organizaciones comunitarias, a quienes consideraron cajas de resonancia de las FARC-EP en sus intereses de consolidación de poder local y el establecimiento de nichos insurgentes en el Distrito Capital. Las amenazas además recayeron en personas encargadas de prestar servicios de transporte y de distribuir bienes de consumo, por cuanto las acusaban de facilitar la movilidad y avituallamiento de las FARC-EP (Defensoría del Pueblo, 2017).

También emitieron comunicados amenazantes contra alcaldes, concejales, líderes sindicales y sociales, campesinos y otros pobladores. Algunos de los homicidios presuntamente atribuidos a paramilitares en ese periodo fueron perpetrados contra dirigentes sindicales (Observatorio Programa Presidencial DD. HH., 2002). De la misma manera lograron ejercer control sobre la vía en la que se ubicaría posteriormente el monumento Héroes del Sumapaz, lo que les permitió expandir su influencia y ejercer violencia sobre la población civil, entre los que se cuentan homicidios selectivos, desapariciones forzadas y otras graves violaciones a los derechos humanos (Defensoría del Pueblo, 2005). Su accionar durante estos años también incluyó amenazas contra docentes, militantes del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, miembros de organizaciones sociales y comerciantes (Defensoría del Pueblo - SAT, 2005).

La relación de complicidad entre algunos elementos de las Fuerzas Armadas oficiales y los grupos paramilitares ilegales está suficientemente bien documentada en la historia del conflicto armado colombiano. En efecto, existen sentencias judiciales en casos específicos donde quedó probada la aquiescencia de los militares en hechos de masacres y homicidios selectivos.3 Muchos de los testimonios de las víctimas de los paramilitares afirman cómo la colaboración de ciertos miembros del Ejército hacia estos grupos se materializaba en ausencia e inacción. La colaboración de miembros de las Fuerzas Armadas, que facilitaron de manera indirecta o participaron directamente en los crímenes de los paramilitares, es evidente en muchos casos de la guerra colombiana. Así mismo, la población civil que reside en las zonas de conflicto manifiesta la desconfianza que producen estas acciones hacia funcionarios e instituciones estatales como resultado de la negligencia y el abandono estatal aprovechado por los paramilitares (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2013, pp. 343-348).

En todos los casos documentados por el CNMH (2013) existe evidencia de colaboración entre agentes estatales, en particular de las Fuerzas Armadas, y grupos armados ilegales. Esta alianza para adelantar una guerra sucia contra la población civil no es ajena al caso del Sumapaz:

Por mucho tiempo no supimos qué era un policía o un soldado... En 2001 llegó el Batallón de Alta Montaña... pero ese mismo año renunció el Concejo en pleno por amenazas... al año siguiente mataron al personero, José Joaquín García", cuenta el representante del Ministerio Público en Cabrera, Julio César Flores, quien explica que cuando la Fuerza Pública volvió a la región, los uniformados pensaban "que aquí todos éramos guerrilleros.

[...] Enrique, un tendero de esquina, lo cuenta en voz baja: "Ha habido capturas ilegales... varios se quejaron un tiempo por ametrallamientos cerca de las casas... muchas amenazas de ellos hacia uno". Y el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, en un informe, lo hace explícito: "Destrucción de escuelas y viviendas... retenciones ilegales de mercancías". (Ardila, 2009)

Los testimonios son numerosos, y aunque la violencia ejercida por las FARC-EP contra la población civil sumapaceña en los años de las operaciones militares 2002-2006 también existió, muchos pobladores acusaban al ejército de adelantar una campaña de terror contra ellos en su campaña antisubversiva (Morales, 2017). Entre 1989 y 2003, las amenazas eran reiteradas hacia los dirigentes campesinos y sindicales acompañadas de detenciones arbitrarias por parte del Batallón n.° 39 con sede en el Sumapaz (Centro de Investigación y Educación Popular [Cinep], 2003). De igual forma se reportaron casos en los cuales campesinos líderes de diferentes municipios de la región fueron agredidos y acusados de "ser los encargados de albergar y esconder a guerrilleros que se desplazaban en la zona de Sumapaz entre Venecia, Cabrera y Pasca" (Cinep, 2016). Es importante señalar que durante los años de gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), "las operaciones del Ejército y de la Policía coinciden con una fuerte expansión paramilitar en las zonas liberadas del yugo de las guerrillas" (Semana, 2003).

Análisis espacial e interpretación simbólica

En septiembre de 2018 se inaugura el monumento a los Héroes del Sumapaz, ubicado a 75 kilómetros de Bogotá, en la vía que de esta ciudad vecina de Girardot. El monumento fue financiado por la Gobernación de Cundinamarca junto con comerciantes, industriales y gremios locales, con la ayuda y auspicio de las Fuerzas Militares de Colombia y de otras entidades oficiales. Es desde la Quinta División del Ejército donde surge la iniciativa para la construcción de este monumento que pretende conmemorar "a los héroes que contribuyeron a la derrota del terrorismo".

El monumento hace referencia al Sumapaz, una provincia del departamento de Cundinamarca ubicada en el centro del país, colindante con Bogotá. Tiene una extensión de 1798 km2 y está compuesta por diez municipios (figura 3). En la actualidad cuenta con una población aproximada de 190 000 habitantes, de la cual el 65,7 % se ubica en la zona rural y el 34,3 % en las cabeceras urbanas de los municipios (Gobernación de Cundinamarca, 2018). Su variedad biogeográfica es amplia ya que abarca alturas que van desde 1400-1700 m s. n. m., en los municipios de Silvania y Fusagasugá (condiciones perfectas para la siembra del café) hasta los 4600 m s. n. m. en la parte más alta del páramo, donde nacen los principales acuíferos de la región y del centro del país.

Región del Sumapaz

Figura 3: Región del Sumapaz

Nota: tomado de Albarracín et al. (2019).

Tiene una enorme importancia geoestratégica ya que permite el acceso a la ciudad de Bogotá a través de los municipios circunvecinos. De hecho, una de las localidades de la capital está formada por parte del páramo de Sumapaz, y algunos de los barrios de la ciudad tienen carácter semirrural al colindar con esta región. A través del páramo que se ubica en la parte alta se accede al piedemonte llanero, que abastece gran cantidad de alimentos hacia el Distrito Capital, y a los departamentos de Huila y Tolima. La región conserva la reserva de agua más importante con que cuenta la capital, de modo que su control implica asegurarse el abastecimiento de este recurso (Ospina, 2005). Precisamente esta importancia geoestratégica, en relación con el acceso a la ciudad de Bogotá, puso al Sumapaz en el centro de la guerra antisubversiva en la última década del siglo XX y los primeros años del nuevo siglo.

El monumento se localiza en uno de los puntos de mayor tráfico terrestre del país, ya que está dispuesto sobre la vía que conecta la capital con el sur del país. El tránsito de viajeros es permanente, muchos de los cuales se desplazan hacia municipios turísticos, por lo que, a pesar de haber sido inaugurado recientemente, es ampliamente conocido. Sin duda, esta ubicación está pensada para lograr una mayor difusión, por lo que puede vincularse con lo que se conoce como turismo memorial cuya intencionalidad fundamental es política y pedagógica (Palou, 2018). Efectivamente los viajeros han encontrado en este lugar una parada de descanso en su viaje desde o hacia Bogotá, y se ha convertido en un espacio turístico a partir de la inauguración del monumento.

Su construcción inició en 2015, cuando se adelantaba la última fase de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP. Estas negociaciones comenzaron en La Habana (Cuba) en el año 2012 y terminaron con la firma del Acuerdo de Paz entre las dos partes, en Cartagena, en 2016. Su momento de construcción no es casual y corresponde al interés del Estado, y en particular de sus Fuerzas Armadas, de resignificar su papel en la guerra colombiana, adoptando el de héroes salvadores frente a la amenaza comunista. No hay que perder de vista que la memoria colectiva es una reconstrucción ideológica permanente del pasado al servicio de fines políticos actuales que se representan, materialmente, en artefactos culturales como monumentos, memoriales, panteones, estatuas, museos, etc. Las sociedades conservan aquellos recuerdos que se consideran significativos en forma de símbolos, artefactos, ritos o lugares, y configuran lo que se podría definir como comunidad del recuerdo, que intenta producir la unidad política e ideológica de todos sus miembros.

El monumento que aquí se analiza forma parte de una tradición de institucionalización de la memoria a través de monumentos públicos, cuya práctica inicia en Europa en el siglo XIX, y cuya función se relaciona con la instauración de los Estados nacionales modernos. Los monumentos servían como lugares de congregación alrededor de la idea de nación y de la identidad colectiva que la fundamenta. Con el fin de la Primera Guerra Mundial, la memoria se monumentaliza en necrópolis monumentales, que surgen ante la imposibilidad de reconocer los cientos de miles de soldados enterrados en el fango de los campos de batalla. En este mismo contexto surge la tumba al soldado desconocido, ubicada en un lugar de especial significación y a la cual se le tributan homenajes en fechas conmemorativas específicas. Los rituales de la religión laica del Estado, centrada en la devoción a la patria, son complementados con la veneración a los "héroes caídos en combate" (Dogliani, 2009).

En cuanto a su descripción, el monumento toma la forma de una Espada de la Victoria Militar en cuya empuñadura se levanta un pedestal con cinco figuras escultóricas: tres soldados, un campesino y un perro antiexplosivos. La escena la domina la figura de un soldado que acoge a un campesino de la región, en alusión al apoyo y respaldo de la población civil hacia los militares. La mirada de los dos personajes al horizonte indica la confianza en un futuro mejor gracias a la victoria militar del Ejército sobre la amenaza subversiva. Un segundo soldado en actitud vigilante representa el compromiso de los militares para mantener el orden público de la región, mientras que un tercero levanta su pulgar, recordando a los viajeros la presencia permanente del Ejército en las vías del país. El perro, por su parte, recuerda la ayuda que estos animales prestaron para sortear las minas antipersonales sembradas por la guerrilla en su estrategia de guerra. Las figuras escultóricas fueron realizadas por Nidia Patricia Valdivieso Parada, autora, entre otras obras, del monumento al coleo en la ciudad de Villavicencio.

También lo integran cuatro monolitos en el que fueron inscritos los nombres de 130 militares muertos en el desarrollo de operaciones militares en el Sumapaz, entre 1955-2015. En los monolitos también se grabaron la Oración Patria y la Oración de Guerra que son utilizadas por los militares como parte de su simbolismo patriótico. El monumento incluye un muro sobre el cual aparecen los escudos de las unidades que formaron parte de las operaciones militares contra las FARC-EP en el Sumapaz, entre 2002-2006. El uso de los colores también tiene una connotación simbólica: verde para la esperanza que recuperaron los habitantes de la región gracias a la acción del Ejército, y rojo para representar la sangre y el sacrificio de los soldados que formaron parte de estas operaciones militares (figura 4).

Monumento "Héroes del Sumapaz"

Figura 4: Monumento "Héroes del Sumapaz"

El monumento cuenta con acompañamiento permanente del Ejército Nacional y existen guías de esta institución que acompañan a los visitantes, a quienes les exponen el relato histórico y les explican la simbología del lugar. El discurso patriótico grandilocuente que enaltece al Ejército es recurrentemente tanto por los guías como por los documentos que describen el monumento:

Aquellos heroicos y valientes soldados del ejército de Colombia que desafiando la imponente cordillera de los Andes encontraron la gloria eterna al ofrendar sus vidas en las montañas del Sumapaz. Con este sacrificio supremo lograron la victoria militar y reestablecieron la esperanza de pobladores de la región. (Ejército Nacional de Colombia, 2018)

El propósito del monumento, según el comandante de las Fuerzas Militares, es conmemorar

"[la] victoria que honra a todos los héroes de la conquista de la libertad en el páramo de Sumapaz.

Ciento treinta colombianos que cayeron liberando esta área y el monumento recuerda a los viajeros y a quienes viven en estas comarcas el tamaño de su sacrificio" Agregó que el Ejército tiene «una historia que honrar, porque fueron ellos quienes lograron vencer a las FARC en el Sumapaz». (WRadio, 2018)

Es evidente que el relato se sustenta en una visión maniquea donde el Ejército se eleva como el garante de la libertad en contra de quienes amenazaban la paz y armonía social. También es claro el discurso militarista que exalta las virtudes heroicas y las hazañas bélicas con las cuales consiguieron la victoria definitiva.

Este tipo de discurso patriótico no es extraño; por el contrario, es con el que se ha justificado desde un principio el Estado nacional. A través de diversos dispositivos, los Estados han venido dominando el relato histórico, construyendo mitos y héroes, concibiendo el pasado desde la emoción nacionalista. El sentimiento de pertenencia al territorio suele estar vinculado a las gestas militares, de manera que los triunfos (reales o imaginarios) de los ejércitos nacionales son un buen insumo de este orgullo patrio. Las élites racionalizan el pasado de acuerdo con su ideología e intereses a través del favorecimiento de una memoria oficial que es elaborada y promovida desde la institucionalidad estatal, con el propósito de glorificar, mitificar u ocultar acontecimientos, y así mantener la identidad nacional. El nacionalismo, como experiencia construida desde la memoria, implica un pensamiento ligado a la emocionalidad que permite dar forma al pasado y condiciona la comprensión del presente en lo que puede denominarse una memoria emocional.

Uno de los propósitos de la emoción nacionalista es afianzar la sensación de considerarse miembros de un grupo que se estima mejor que los demás. De aquí que simultáneamente el patriotismo rechace a aquellos que no pertenecen a este grupo al considerarlos inferiores o una amenaza a la prosperidad y estabilidad de la nación. Precisamente esta última intención se le acredita a los enemigos del ejército nacional. El monumento revela precisamente este mensaje que por su evidente simpleza y visibilidad no se capta fácilmente: "el ejército nacional tiene siempre la razón, cualquier disidencia es dañina y peligrosa". Lo hace apelando al abandono de la criticidad sustituyéndola a través del sentimiento de identidad nacional. En última instancia lo que está en juego es la relación entre nacionalismo e historia, que es la misma que se configura entre identidad y pasado, cuyos vínculos son tan fuertes que Carretero (2007) afirma que "aunque, cuando se habla de historia, se diga que dirigimos la mirada al pasado, el objeto que parece ante nuestros ojos es el presente bajo la forma de identidad" (p. 60).

La memoria hegemónica del Estado contra la memoria subalterna campesina

Al contrario que un ordenador, la memoria humana no funciona como un sitio de acumulación de datos. Es una construcción social que trae al presente una visión particular del pasado. De aquí que la memoria individual, al igual que la idea de un individuo aislado de la sociedad, es una abstracción. Halbwachs (2004) señala que toda memoria se construye a través de unos marcos sociales que están compuestos por la representación general de la sociedad, sus valores, su cultura y sus necesidades. Incluyen, a su vez, la visión del mundo que se sustenta en los valores e ideas que son aceptadas y promovidas por cierto grupo o colectividad. Por tanto, no existe una memoria única, sino diversas memorias que responden a la perspectiva particular de ciertos grupos en la sociedad. En palabras de Pierre Nora (2008), "hay tantas memorias como grupos, que es por naturaleza múltiple y desmultiplicada, colectiva, plural e individualizada" (p. 21).

El monumento Héroes del Sumapaz tiene como objetivo afirmar con su imponencia la idea de una memoria singular y verdadera que debe ser aceptada sin mayor ejercicio de análisis, excluyendo e invisibilizando aquellas memorias periféricas o disidentes que contradicen este relato unificador. Esta tensión entre memorias fuertes y débiles tiende a resolverse en favor de las primeras, ya que suelen contar con la capacidad de imponer su relato a través del poder estatal y de los medios de comunicación que lo apoyan y difunden. En opinión de Traverso (2007), "cuanto más fuerte es la memoria -en términos de reconocimiento público e institucional-, el pasado del cual esta es un vector se torna más susceptible de ser explorado y transformado en historia" (p. 88). El monumento es entonces uno de los medios para imponer un relato particular y parcial del pasado que aspira, con esta estrategia, a ser elevado a la categoría de historia con el propósito de legitimar su visión.

Este monumento se inscribe en el relato homogeneizador que se viene promoviendo desde la institucionalidad y sectores de la derecha política, que han sido críticos con el proceso de paz con las FARC-EP. Para estos sectores,

[...] las FARC escriben y documentan la memoria histórica desde su punto de vista, por lo tanto, el Gobierno nacional y la fuerza pública deben hacer lo mismo, basados en datos y cifras científicas capaces de derrumbar el relato histórico-político de las FARC [...]. La memoria histórica es parte de la forma en que las farc pueden asumir y relatar la violencia [...], pero no puede reemplazar el análisis histórico basado en hechos científicos.

Colombia no debe recordar de manera incorrecta lo que pasó en su historia de conflicto [...]. Si la memoria histórica no se maneja de manera correcta, las Fuerzas Militares y la Policía Nacional corren el riesgo de terminar en el lado equivocado de la historia para las futuras generaciones. (Amaya, 2017, pp. 186-188)

Es decir, se trata de oponerse, no solo a la memoria de las FARC-EP del conflicto armado colombiano, sino de negar cualquier otra memoria disidente que contradiga la versión oficial representada en el discurso heroico del Ejército Nacional que es, a su vez, el relato histórico oficial cuya verdad revelada no debe ponerse en duda4. Imponer un relato del pasado que beneficie a la institucionalidad es necesario para "evitar que a la Fuerza Pública colombiana le suceda lo mismo que a las de Argentina y Chile, donde la memoria histórica fue escrita por la izquierda del país y las fuerzas militares quedaron descontextualizadas" (Amaya, 2017, p. 193).

Uno de los campos de batalla de esta lucha por la memoria es la construcción de memoriales que actúan como mojones del recuerdo. Con su instalación en el escenario público se activan las memorias afines y disímiles que reafirman o rechazan una visión del pasado. La estrategia de monumentalizar la memoria para convertirla en historia oficial pasa por la construcción de memoriales como del que nos ocupamos, pero también por eliminar aquellos cuyo relato contradice al que se quiere imponer desde el Estado.

En el municipio de Cabrera -que forma parte de la región del Sumapaz- se encuentra el busto de Juan de la Cruz Varela, el reconocido líder agrario que decidió liderar la resistencia armada campesina frente a la violencia promovida por el Estado. El monumento lo complementa la figura de una mujer campesina que sostiene un machete mientas le da un beso al hijo que carga en su espalda: trabajo, amor y resistencia en su más simple expresión. En este municipio decidió asentarse luego de entregar las armas en 1957, y desde aquí siguió liderando el movimiento agrario hasta su desaparición física, en 1984, con 82 años. En un país donde abundan las estatuas de Bolívar, el monumento es excepcional ya que se trata del único que rinde homenaje a un líder guerrillero en Colombia, en este sentido bien puede considerarse un ejemplo de monumentalización de una memoria de resistencia (figura 5).

Monumento a Juan de la Cruz Varela en la plaza central de Cabrera (Cundinamarca)

Figura 5: Monumento a Juan de la Cruz Varela en la plaza central de Cabrera (Cundinamarca)

La estatua no fue bien recibida por el Ejército Nacional cuando iniciaron en 2002 las operaciones militares que pretendían desalojar a las FARC-EP de la región del Sumapaz. Los soldados demolieron el busto de Juan de la Cruz Varela, pero, por acciones judiciales de la población, tuvieron que volver a erigirlo en pleno centro del pueblo (Ardila, 2009; Montoya, 2016). Sin embargo, la eliminación del único monumento a la resistencia campesina del Sumapaz no fue la única manera de atacar la memoria de la región. Simultáneamente, con la llegada del Ejército, aparecieron los grupos paramilitares que se dedicaron a hacer el trabajo sucio a través de amenazas y homicidios selectivos. A finales de 2003 paramilitares del Frente Sumapaz asesinaron en la vía que conduce al municipio de Icononzo a Ana Cornelia Varela Molina quien era hija de Juan de la Cruz. Luego de su homicidio, este mismo grupo paramilitar inscribió en su monumento frases como "Teman, ya llegaron las AUC5", "Las AUC le mataron su hija", "AUC unidas de Colombia", "guerrilla HP", "Ustedes son guerrillos y los tenemos en la mira" (Rivera, 2010).

La principal polémica que puede plantearse en relación con un lugar de memoria como el de Héroes de Sumapaz se refiere a la imposición de una memoria hegemónica del Ejército Nacional, que asocia el movimiento agrario y de resistencia campesina -que tanta tradición ha tenido en esta región- con la posterior subversión guerrillera de las FARC-EP que se instaló en el territorio muy a pesar de sus pobladores. El problema consiste no solo en el desconocimiento de la memoria periférica del movimiento de resistencia campesina, sino en la estigmatización de la que ha sido víctima la población del Sumapaz como supuestos auxiliadores de la guerrilla que, a pesar de los embates de la guerra, sigue defendiendo su tradición de lucha por la tierra.

El anticomunismo de las autoridades militares también es evidente y ha sido una de las causas de conflicto con la comunidad sumapaceña. Hasta hoy, la influencia del Partido Comunista Colombiano es evidente y su tradición se remonta a las luchas agrarias que encabezó Juan de la Cruz Varela (figura 6). Debido a ello, la población civil de la región sufrió el ensañamiento del Ejército durante los años de las operaciones militares de 2002-2006, lo que se evidenció en bombardeos, hostigamientos, asesinatos, falsos positivos judiciales, torturas, empadronamientos, entre otras violaciones graves a los derechos humanos (Semanario Voz, 2017). El caso del monumento Héroes del Sumapaz es una muestra de la lucha entre una memoria hegemónica representada en el relato militar/heroizante del Ejército Nacional y una memoria subalterna cuya voz es la del movimiento agrario de los campesinos del Sumapaz. Así, la memoria hegemónica es entendida como aquella visión del pasado que logra consenso y otorga legitimidad a las clases privilegiadas, a sus intereses, acciones e ideología; mientras que la memoria subalterna expresa el pasado desde su propia perspectiva de clase que incluye la incorporación y aceptación relativa de la relación de mando/obediencia y, al mismo tiempo, desarrolla acciones de resistencia y negociación permanente (Modonesi, 2010). Esta contraposición hegemonía/subalternidad constituye el campo de lucha por el dominio cultural cuyo propósito final es la conformación de legitimidad y sentido social.

Acto de homenaje a la memoria de Juan de la Cruz, en Cabrera (Sumapaz) (enero 2015)

Figura 6: Acto de homenaje a la memoria de Juan de la Cruz, en Cabrera (Sumapaz) (enero 2015)

Nota: tomado de Semanario Voz (2015).

En cuanto al impacto del monumento en la opinión pública, es importante indicar que a la fecha no se han presentado controversias importantes en relación con la construcción del monumento. Las opiniones del público que lo visita hacen alusión al lugar como un sitio de descanso en su viaje hacia o desde Bogotá que se presta para tomar fotografías, comer o tomar algún refresco6. Muchos de los comentarios se refieren a las enseñanzas históricas que les deja su visita limitándose a repetir el relato de tinte patriótico que hemos descrito previamente. Esta interpretación del pasado desde la perspectiva del Ejército es, en general, bien recibido, generan un apoyo amplio en la ciudadanía, sin que se perciba que los visitantes se desmarquen de esta versión oficial. Pareciera existir consenso en la apropiación de este tipo de discurso hegemónico de carácter ejemplarizante, no obstante, es necesario preguntarse hasta qué punto el monumento ha sido exitoso en la memoria que pretende transmitir. En general, lo que puede percibirse es la impasibilidad de la ciudadanía y la indiferencia de la opinión pública.

Conclusiones

El monumento a los Héroes del Sumapaz como lugar de memoria está asociado a las políticas de memoria promovidas desde la institucionalidad estatal, dedicada a construir un relato heroico y martirial del Ejército Nacional, al tiempo que elude intencionalmente las resistencias y justas luchas campesinas que quedan relegadas al ostracismo social. La monumentalidad del lugar tiene como fin último la transmisión de significados históricos en un doble sentido temporal: por una parte, busca mantener en la memoria hechos del pasado, pero también intenta proyectar dicha memoria hacia el futuro (Ricart, 2018). Este lugar de memoria presenta la victoria, los mártires y héroes de un Estado como algo tan natural que no vale le pena confrontarlo. Exhibe una ilusión de poder y longevidad que, aunque tenga pretensión de eternidad, en realidad solo es pasajera. Está sometida a las realidades históricas y políticas de cada momento.

En el caso del monumento a los Héroes del Sumapaz, existe una pretensión de desplazar la memoria local del movimiento de resistencia campesina hacia una memoria hegemónica que propone un relato único de carácter patriótico. El relato heroizante y patriótico que caracteriza el monumento pretende ser petrificado en un lenguaje simbólico grandilocuente, apelando a la retórica de la emoción y simpatía por uno de los actores de la guerra. Este tipo de dispositivos está pensado para obstaculizar una mirada crítica que incluya una comprensión íntegra de la historia, en este caso de la región del Sumapaz, al asociar su larga trayectoria de resistencia campesina con la amenaza terrorista que representaba en su momento la guerrilla de las FARC-EP.

La historia y la memoria no son pétreas, ambas son dimensiones maleables del pasado de acuerdo con la propia visión e interpretación surgida del presente. De manera que monumentos como el que aquí se estudia terminan convertidos en reificaciones culturales que limitan la comprensión histórica tanto como la generan. Como se ha comprobado con los comentarios de los visitantes, el pasado -al adquirir una forma monumental- permite de alguna manera liberar a los individuos de la obligación de recordar diluyendo la idea de confrontar esa versión y aceptando el relato propuesto. Esto lleva a concluir la importancia que cobra la enseñanza histórica, ya que al desconocer los procesos de lucha agraria y reivindicación campesina que se han desarrollado en esta región los visitantes no tienen las herramientas de pensamiento histórico suficientes para contrastar la versión oficial y comprender de manera más completa y compleja la realidad presente.

Referencias

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Entre 1992 al 2002 se cuentan 45 ataques a poblaciones de Cundinamarca, en la región del Sumapaz se destaca la toma a Pasca (1994), Viotá (1994), Cabrera (1997), Venecia (1997), San Bernardo (2001) y Arbeláez (2001) (Verdad Abierta, 2016; Defensoría del Pueblo, 2017; Centro Nacional de Memoria Histórica, 2016).
Sentencia del Juez Regional de Bogotá que falló en primera instancia (31 de marzo de 1998), el Tribunal Nacional (20 de abril de 1999) y la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia (25 de octubre de 2001). Todas las sentencias son en relación con la masacre de Segovia el 11 de noviembre de 1988.
Para cumplir este propósito el Ejército Colombiano cuenta con un centro de memoria histórica (www.centrohistoricoejc.mil.co).
Se hace referencia a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que se consolidó como el principal grupo paramilitar a nivel nacional en la década comprendida entre 1996 y 2006.
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Ramos-Pérez, J. C. (2023). Hegemonía y subalternidad de la memoria. Análisis del relato memorial del Monumento a los Héroes del Sumapaz. Folios (57). https://doi.org/10.17227/folios.57-13752