INVESTIGACIONES

La experiencia en el espacio público registrada en las imágenes fotográficas de Bogotá en el siglo XX
(1910 - 1948): una mirada histórica desde las prácticas sociales

The experience in the public space registered into photography´s of Bogotá en the XX century
(1910- 1948): a historical view from social practices

Clara Ángela Castaño *

*Magíster en Educación, Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en Planeación para la Educación Ambiental, Universidad Santo Tomás. Especialista en Educación Sexual, Universidad Antonio Nariño. Licenciada en Biología y Educación Ambiental de la Universidad del Quindío. Docente del ambiente de formación didáctica en el Programa de Especialización en Pedagogía, Departamento de Posgrados, Facultad de Educación, Universidad Pedagógica Nacional. Asesora en Didáctica y Tecnologías, en el Instituto de Tecnologías Abiertas en Educación, ITAE, en la misma Universidad. Docente del componente de Pedagogía y Didáctica en el Proyecto Curricular de Licenciatura en Biología, Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

Texto recibido el 30 de septiembre, evaluado el 26 de octubre y arbitrado el 26 de noviembre de 2009.


Resumen

Este artículo presenta la experiencia en el espacio público registrada en las imágenes fotográficas de Bogotá en el siglo XX (1910 - 1948): una mirada histórica desde las prácticas sociales. La investigación que fue desarrollada con el propósito de caracterizar el espacio público de Bogotá en la primera mitad del siglo XX, a través de la identificación de prácticas sociales "situadas", y las funciones que cumplían los lugares, eventos, acontecimientos, y protagonistas que se evidencian a través de 103 imágenes fotográficas de Bogotá en este periodo de la historia. De igual manera, se analizan desde un estudio iconológico y se interpretan estas imágenes a través del programa para computador Atlas/ti. Los hallazgos del presente estudio ofrecen un conjunto de recomendaciones de carácter educativo, pedagógico y de planeación urbana que nos aportan ideas sobre cómo vincular la historia de la ciudad en el espacio público dentro de la estrategia educativa ciudadana que se viene desarrollando en las últimas administraciones en Bogotá; de igual forma contribuye a la identidad del lugar y del habitante de Bogotá desde el fortalecimiento de las relaciones transactivas de los individuos con su historia.

Palabras clave: Espacio público, imágenes de la ciudad, lugar, prácticas sociales situadas, memoria.


Abstract

This paper presents the experience of public space registered in photographic images of Bogota during the 20th century (1910 - 1940): a historic look at social practices. The research was developed with the purpose of characterizing Bogota's public space during the first half of the 20th century, through the identification of situated social practices, functions of places, events, incidents and main characters, that were registered in 103 photographic images of Bogotá during this period of time. The images were analyzed by an iconical study with the support of the Atlas-ti software. The results of the study offer a set of recommendations for education, pedagogical and urban planning purposes. They contribute to the inclusion of public space city history to the strategy of citizenship education that has lately been implemented in Bogotá. The results also contribute to the identification of Bogotá inhabitants with their city, strengthening the bonds between individuals and their history.

Keywords: Public space, city images, place, situated social practice, memory



Introducción

El fenómeno educativo no se limita solamente al contexto escolar porque es justamente en el contexto de la ciudad donde se complementa esta labor que por décadas ha sido atribuida principalmente a la escuela, la cual ha estado ligada a la educación formal. La experiencia en la ciudad y todos los lugares que la configuran, aportan a la educación no formal importantes significados, de manera amplia y flexible, que se constituyen, por un lado, en escenarios de formación y por otro, en prácticas pedagógicas que facilitan la enseñanza y el aprendizaje de la identidad del ciudadano.

Bogotá, no ajena a las intencionalidades formativas, refleja en su historia una diversidad de experiencias de los ciudadanos en el espacio público que, reconocidas y valoradas en la época actual, aportan a la construcción de memoria y a la identidad de lugar; las cuales a su vez movilizan sentimientos, acciones y valores vinculados a la conservación, la participación y el mejoramiento del espacio público "la ciudad como agente educativo suministra numerosas oportunidades para socializar y como objeto educativo puede verse como un elemento importante en sí mismo para aprender de ella" (Páramo, 2003-2004, febrero). Así, este artículo "La experiencia en el espacio público registrada en las imágenes fotográficas de Bogotá en el siglo XX (1910 - 1948): una mirada histórica desde las prácticas sociales" responde a la pregunta: ¿cuáles han sido los usos del espacio público en Bogotá en el siglo XX (1910 - 1948) desde las prácticas sociales "situadas" que se evidencian a través de las imágenes fotográficas de la época? Igualmente este artículo, parte del supuesto de que el pasado de la ciudad es un elemento importante para generar "identidad de lugar" en los habitantes de Bogotá, debido al contacto de los individuos con los elementos de la historia representados, bien de forma directa o bien de forma simbólica con el espacio público.

En su desarrollo, esta investigación presenta algunas elaboraciones conceptuales acerca del espacio público, imágenes de la ciudad, lugar, prácticas sociales situadas, y memoria; y se aproxima al reconocimiento de la ciudad como escenario favorecedor de experiencias educativas y de aprendizaje para el ciudadano de Bogotá. Posteriormente, se vincula, desde el análisis de las imágenes fotográficas, la identificación de prácticas sociales "situadas" a las funciones que cumplían los lugares (reglas de comportamiento ciudadano en el espacio público) de Bogotá durante la primera mitad del siglo XX (1910-1948), y se hace un especial énfasis en los eventos, acontecimientos y protagonistas que estuvieron asociados a la construcción de identidad ciudadana. Finalmente, a partir de los hallazgos del estudio, se propone un modelo de acción pedagógica y educativa en la planeación urbana de la ciudad para el ciudadano de Bogotá, permitiendo dotar de sentido los lugares públicos, aumentando la conciencia histórica, la comprensión sobre la ciudad, y fortaleciendo el respeto y reconocimiento de los diferentes protagonistas de nuestra historia cotidiana que motivan la construcción de significados compartidos en los habitantes de la ciudad. Con esta visión de la historia, de lo cotidiano situado en el espacio público, se espera contribuir al futuro de la ciudad: 1. Transformando el espacio público y 2. La manera como se interactúa con sus elementos de tal manera que ambas dinámicas sociales enriquezcan la vida en lo público.


La ciudad una construcción que invita a reflexionar...

Pensar la ciudad y en quienes la habitan exige visibilizar una serie de relaciones que se establecen entre quienes construyen la ciudad ,es decir, quienes la imagina, la sueñan, la materializan; y entre quienes la viven a través de representaciones, sentimientos, experiencias y nuevas elaboraciones. El sujeto constructor de un espacio físico es, a su vez, constructor de un espacio mental que revertido en un diálogo de sensaciones permite perfilar comportamientos y nuevas transformaciones. Quien habita un lugar es a su vez constructor de éste; porque es en este sentido donde emergen diferentes relaciones entre sujetos y sujetos-objetos que le dan significado a los espacios físicos, significado que, hace posible la constitución de un lugar.

El lugar por lo tanto, se constituye en una unidad de análisis importante, para entender las relaciones de las personas con el ambiente físico natural o construido; "el lugar es construido social y psicológicamente; denota una respuesta al ambiente físico que nos rodea al igual que una creación cultural que dota de significado el ambiente en el cual nos movemos" (Canter, 1977 citado en Páramo, P & Cuervo, M, 2006).

Cuando se refiere a las relaciones que el humano construye en el espacio público -a partir de un proceso de reconocimiento que se encuentra mediado por la función que este cumple- y el uso que los sujetos hacen de él, se alude según Páramo, (2002) a las relaciones transactivas de mutua afectación, entendida la transacción en términos de la psicología ambiental, como la relación entre el ambiente y la respuesta operante. Es decir que el humano individual (Bollnow, 1969) y colectivamente (Lefebvre, 2001) co-construye el espacio, y en él imprime su huella acercándolo a unas condiciones construidas culturalmente. Por tanto los usos y las funciones de los lugares cambian con la transformación de la cultura y de las prácticas sociales que le dan sentido a su uso.

Estas relaciones de mutua afectación - y la consecuente construcción social de múltiples lugares- generan en los sujetos que habitan la ciudad: un sentimiento de pertenencia, de reconocimiento y de "identidad de lugar" (Páramo, 2004) que al ser experimentadas por diferentes sujetos en un mismo espacio generan identidades colectivas nutridas de las identidades individuales (las cuales son producto de diversas experiencias con el espacio público). De allí, la necesidad de encontrar identidades colectivas desde la motivación, es decir, desde experiencias individuales positivas en los espacios físicos para la construcción de lugares imaginados y construidos que aporten una imagen positiva de la ciudad. "El medio ambiente existe o lo conocemos en la medida que interactuamos a través de las contingencias biológicas y culturales. El ambiente es lo que facilita la transacción con lo que llamamos: memoria" (Páramo, 2002).

Contrario a la posibilidad de construir ciudad desde una experiencia individual y colectiva positiva, también es posible encontrar espacios dotados de sin sentido, vacíos de todo sentimiento de afectación e identidad, que originan espacios físicos y espacios construidos mentalmente ligados al miedo, la soledad y la desesperanza. Lo que para algunos, la ciudad y sus elementos constitutivos motiva identidad; para otros, acrecienta el desencuentro, el olvido y la indiferencia.

En este contexto podría pensarse en el planteamiento de Cuervo y González (1997), donde la ciudad puede ser entendida como espacio vivencial, espacio social y espacio geográfico. Es por ésto que se plantea: "el hombre está determinado en su vida siempre y necesariamente por su actitud frente al espacio que lo rodea", debido a que el humano es un sujeto que se relaciona con su entorno y esta relación está mediada por su intencionalidad. El modo como se encuentra el hombre en el espacio no está definido por el espacio que lo cerca, sino por un espacio intencional referido a él como sujeto (Bollnow, 1969)

Para Habermas, "el espacio público, toma cuerpo, forma; cuando en él se dan las movilizaciones, las protestas, a él irrumpen los géneros, pero también en él se da la violencia. El espacio público es un lugar de inclusiones, de representaciones, pero a la vez de ausencia, de omisión y, muchas veces, trágicamente, de violencia y muerte"; por ello, lo que destaca al espacio público es su dinamismo. En él se exhiben las nuevas formas de ser de la sociedad, en el se expresan en mayor medida el sistema de disposiciones, que constituyen las actitudes o inclinaciones, para percibir, sentir, hacer y pensar (interiorizadas por los individuos a partir de sus condiciones de existencia). Lo cual funciona como esquemas o principios inconscientes de acción, percepción y reflexión; por tanto es allí en el espacio público, donde fundamentalmente se adquiere, permanece y se transfiere el habitus por los agentes y actores sociales. Esto permite la afirmación, que el espacio público es escenario del "teatro humano", dado que se configura a partir de la aparición de fenómenos sociológicos y la exclusión de manifestaciones individuales y colectivas, en la heterogeneidad y complejidad de las diversas realidades que se expresan en sus múltiples dimensiones. El espacio público, entonces, es el escenario ganado por un proceso histórico cultural, para que en él se represente la vida, la historia y la condición humana.


Provocación de la memoria: a propósito de las imágenes de la ciudad y los usos del espacio público en el siglo XX (1910 - 1948)

Bogotá dentro del concepto de ciudad, en las primeras décadas del siglo XX se convirtió en un espacio cuya imagen reflejaba la acogida de diferentes grupos sociales, donde se destacan de manera opuesta, las élites con sus capitales acumulados representados en su participación en el comercio de la ciudad y a su vez los pobres, los campesinos e indigentes que con su miseria motivaban una imagen de ciudad como un espacio de muerte, tal como lo expresa Zambrano (2002): "la ciudad en sus gentes, es una historia de Los Miserables"

Así, la ciudad como espacio de poder, cumple diferentes funciones (social, política, religiosa, entre otras) y de acuerdo a estas se planea, se construye y se transforma. La ciudad adquiere en la construcción mental de sus habitantes, una personalidad propia, tan diversa como lo son los contextos, tendencias, imaginarios, etnias, grupos de edad, género, entre otros, de quienes la constituyen. La ciudad ha surgido como construcción social, lo mismo que su imagen y su memoria, convirtiéndose así en patrimonio de los ciudadanos. Se construye como resultado de la identificación individual o colectiva con uno o varios elementos que se evocan y se materializan en su forma y en su estructura. La ciudad como espacio complejo surge como resultado de muchas memorias.

Ahora bien, al revisar la literatura sobre el tema se observa cómo lo construido físicamente se yuxtapone con construcciones de orden mental. En este caso los escenarios físicos en los que el individuo desarrolla su vida cotidiana juegan un importante papel en la configuración de su identidad a través de la estructura de la identidad de lugar (Proshansky, 1978; Proshansky, & Kaminoff, 1983; citado en Páramo, 2004), así como específicas áreas geográficas determinan la identidad urbana de sus habitantes o la importancia de los aspectos espaciales - en la relación ecológica entre comunidades simbólicas. Bogotá como ciudad y por consiguiente como construcción social llena de simbolismo, se plantea como un lugar para el aprendizaje, dentro de la cual la creación y el fortalecimiento de los vínculos con su historia se proponen como un elemento que favorece la identidad de lugar de sus habitantes; así mismo, surge como proyecto colectivo donde subyacen diferentes percepciones, sueños, formas de construirla, de transformarla y de escribirla. "Una ciudad bien construida no es solo aquella en la que sus espacios y edificios son duraderos y bellos; es aquella, cuyos espacios y edificios tienen sentido en la vida de sus ciudadanos" (Saldarriaga, 2002).

La ciudad se constituye en el resultado de un cúmulo de experiencias sociales que, a su vez, están llenas de memoria social, "la ciudad es como una piel que va registrando las diferentes formas como se presentan los acontecimientos históricos" (Zambrano, 2002). Revelar la historia de la ciudad y los usos del espacio público en un contexto determinado, facilita en el ciudadano el reconocimiento de "oportunidades", tal como las denomina Pablo Páramo (2002), las cuales influidas por la perspectiva del individuo en un momento determinado, lo motivan y lo desencadenan hacia la interacción de él con el lugar. Así, se facilita el reconocimiento de los escenarios que ofrece la ciudad -los cuales le comunican al ciudadano acerca de su ambiente físico y del contexto político, cultural, social y económico del momento- ejerciendo también una influencia en el comportamiento ciudadano y motivándolo o no a la interacción con el lugar. De este modo, el uso del espacio público refleja una manera de apropiación de los ciudadanos de Bogotá, una manera de exteriorizar sus tradiciones, valores y contradicciones propios de su cultura; su reconocimiento le atribuye un sentido histórico al escenario público constituyéndose en elemento constructor de identidad, que facilita proyectar el futuro de una ciudad y el futuro de una nación.

De otro lado en el espacio público convergen acontecimientos y personajes propios de un contexto social, político, y cultural de la época. En él se vislumbran contradicciones sociales y simbolismos de poder. A su vez, las calles, las plazas, los puentes, se constituyen en elementos de memoria tanto individual como colectiva que los legitima y le permiten al ciudadano identificarse o no con el lugar.

Por lo anterior, la recuperación de algunos significados del pasado puede contribuir a crear un mayor entendimiento y comprensión del espacio público al interior del colectivo, motivando según Páramo (2002), componentes tanto afectivos, como cognoscitivos y conductuales en el ciudadano de Bogotá. La ciudad entonces como construcción social motiva la creación de imágenes mentales y consolida una memoria que, a su vez, es también patrimonio de quienes la habitan. De este modo y citando a Saldarriaga (2002): "...cambiarla o destruirla de cualquier modo afecta la historia de la ciudad". Por ello, la imagen de la ciudad es una construcción mental que el ciudadano elabora a partir de sus percepciones y experiencias, "es una memoria hecha de muchas memorias,[...] cohabitan en ella memorias de orden espacial, auditivo y visual".

Por su parte, vale la pena destacar otro tipo de imagen, la fotográfica, que por su valor documental derivado de su contenido, se transforma en un "documento" de valor histórico. Así mismo, como instrumento de análisis para quien la investiga, las imágenes de la ciudad a propósito de la memoria, también se convierten en una "evocación de algo", del lugar que registra para el ciudadano que interactúa con ellas. De esta manera, la evocación como memoria trae el presente individual y colectivo de aquello que representa. "La imagen se convierte entonces en esa vía simbólica que registra transformaciones y permanencias; toda una dinámica de una ciudad, reflejada en los cambios de aspecto, en sus dinámicas" "la posibilidad de volver a la ciudad del pasado a través de las imágenes es una de las ofertas de la memoria urbana" (Saldarriaga, 2002). Imagen mental, imagen construida o imagen en papel, son las imágenes de la ciudad que develan en sus espacios públicos los usos cotidianos, donde actores y acontecimientos ponen en escena historias individuales y compartidas para que se aproximen a esa historia de ciudad tan estudiada por unos y tan ignorada por otros, pero tan necesaria para los ciudadanos de Bogotá.

El espacio público como elemento integrante de la ciudad, puede concebirse como una manera de apropiarse de los bienes históricos y, a su vez, de las tradiciones; por ello, el reconocimiento de los usos del espacio público en el siglo XX puede intervenir en la constitución de un sentido histórico para la construcción de identidad. Canclini (2001) expresa al respecto: "los espacios públicos y las prácticas de uso como elementos del patrimonio histórico cumplen su función en el mundo actual en la medida en que contribuyen a identificarnos como nación, al reconocimiento de una cultura no petrificada en el tiempo, sino que se convierten en bienes discutibles y analizables". Así mismo, y en este orden de ideas, los espacios públicos sirven como elementos por un lado, para representar el destino nacional y, por otro, para entender la situación actual y el contexto social que define a una ciudad como Bogotá a partir de su memoria.

En relación con esta última afirmación, conviene decir que al fortalecer la identidad del ciudadano de Bogotá se exige el reconocimiento de la historia a través del proceso de construcción de la memoria, sin embargo, cabría preguntarse respecto a la intencionalidad pedagógica, ¿cómo posibilitar la memoria colectiva para fortalecer la identidad del ciudadano de Bogotá, cuando existe una marca etárea que distancia el reconocimiento entre los jóvenes y los adultos? ¿Cómo acudir a la memoria en personas cuyas vivencias no fueron similares en el tiempo ni en el espacio?. Y es a partir de estos interrogantes donde se hace valioso acudir a la construcción de la memoria histórica colectiva y popular que supere la mera objetivación en este caso de la imagen (Achugar, H. Citado en Barbero, 1999).

En síntesis, memoria y espacio público van de la mano. Por esta razón, los usos que se hacen de él, demuestran una manera particular de apropiarse de la historia, expresan contradicciones sociales y formas variadas de legitimar el poder. De esta manera y citando a Zambrano:

De igual manera en los usos del espacio público se refleja también la cotidianidad, las costumbres, los saberes que se constituyen en memoria, y que registran a su vez mensajes y signos que ordenan el diario acontecer, tales como horarios para descansar, para trabajar y para tomar los alimentos. Existe una memoria cultural donde la imagen retoma su papel en la medida que simboliza costumbres, valores, objetos, espacios y costumbres que repercuten en la cultura de una comunidad y que arraigados también se constituyen en memoria en el inconsciente colectivo.

En palabras de Saldarriaga (2002): "las ciudades son grandes concentraciones de memoria". Por ello, la imagen de la ciudad facilita evocar los acontecimientos en el espacio, son eventos difíciles de concebir en un tiempo social único, tal como lo plantea Halbwachs (1938): "un mismo acontecimiento puede afectar a la vez a varias conciencias colectivas, concluyendo así que estas a su vez se aproximan y se unifican en una representación común", "el acontecimiento se produce en el espacio y es posible que todos los grupos lo perciban, pero lo que importa es la forma como lo interpretan, el sentido que le dan". Por esta razón, la memoria no encuentra límites en el tiempo sino que queda supeditada a otros factores que la condicionan tales como la clase social, la etnia, el género, la edad. La memoria en sí misma se convierte en herramienta fundamental en el proyecto de construcción de ciudad, de construcción de identidad.

La historia y el pasado siempre serán futuro, puesto que hacer una lectura del presente no es posible, ya que mientras se registra un hecho, de manera inmediata hace parte ya del pasado y de la memoria. "La memoria se constituye en el campo de batalla donde el presente debate con el pasado como un modo de construir el futuro" (Barbero, 1999).


Metodología

Esta investigación fue desarrollada a partir de la periodización propuesta por Fernand Braudel (periodos de larga, media y corta duración). El periodo en estudio se delimitó hasta el 8 de abril de 1948, por considerarse el 9 de abril, un hito importante de la historia de la ciudad, no solo por las transformaciones arquitectónicas que se dieron a partir de este hecho, sino por el cambio de costumbres y prácticas.

Con el fin de Caracterizar el espacio público de Bogotá en la primera mitad del siglo XX (1910- 1948), a través de la identificación de prácticas sociales "situadas", funciones que cumplían los lugares y reglas de comportamiento ciudadano en el espacio público -eventos, acontecimientos, y protagonistas asociados a los usos cotidianos de los lugares públicos- se sometieron al análisis iconológico 103 imágenes fotográficas como fuentes de información provenientes de obras tales como Bogotá años 40. Fotografías de Sady González. Alcaldía Mayor de Bogotá; Crónica de la fotografía en Colombia,1841-1948. Carlos Valencia Editores. Bogotá, 1983. Colección: Historia de Bogotá. Tomo I, II y III siglo XX. Salvat Villegas Editores. Fundación Misión Colombia. Bogotá, 1989 y el Atlas histórico de Bogotá, 1538- 1910.Editorial. Planeta, Corporación La Candelaria; y se tomó como referente la propuesta metodológica de Panofsky (1995) en El significado de las artes visuales, adaptada en este caso para el estudio de la imagen fotográfica.

Para alcanzar los propósitos de la investigación, las imágenes fotográficas -objeto de análisis- fueron seleccionadas teniendo en cuenta que respondieran, en su contenido, a experiencias de personas, en la cotidianidad, en lugares públicos de Bogotá (no privados) y cuya fecha del registro fotográfico fuese entre el 1 de enero de 1910 y el 8 de abril de 1948 -y que la imagen no hubiese sido obtenida a partir del fotomontaje- con el intento de representar la época.

El procesos de análisis del material fotográfico fue llevado a cabo desde la iconología tomando como referente general la propuesta metodológica de Panofsky (1995) en El significado de las artes visuales, adaptada en este caso para el estudio de la imagen fotográfica, en cuyas fases fueron tenidas en cuenta: la descripción pre-iconográfica, con la identificación de representaciones de objetos naturales tratando de establecer sus relaciones mutuas como acontecimientos y captando ciertas cualidades expresivas en las imágenes que son portadoras de significaciones primarias o naturales; la explicación, donde se advierte que la composición (combinación de motivos identificados en la primera etapa) es portadora de una significación secundaria o convencional, y en este caso los motivos identificados en la primera etapa, pueden llamarse "imágenes" y la interpretación, acompañada del respectivo análisis donde con el apoyo del programa para computador Atlas/ti se avanzó en el establecimiento de categorías directamente relacionadas con eventos, acontecimientos y protagonistas asociados a los usos cotidianos en las representaciones de los espacios públicos en Bogotá durante la primera mitad del siglo XX; y documentos escritos que permitieron contextualizar los aspectos políticos, económicos, culturales y sociales, entre otros, de Bogotá en el periodo objeto de estudio para hacer una mejor interpretación y análisis de las imágenes de acuerdo a la época.

En el desarrollo metodológico, se partió del concepto de "realidad" al hacer alusión al objeto o espacio físico tangible, el cual se registró en la foto en un momento determinado bajo unas condiciones dadas. Este artículo se centra básicamente en tres lugares públicos reconocidos por excelencia como escenarios donde las personas socializaban en la primera mitad del siglo XX: calles, plazas y parques, a diferencia de finales del mismo siglo e inicios del siglo XXI, donde estos lugares han sido sustituidos por el centro comercial, las plazoletas privadas y en general los sitios privados con vocación colectiva.


Experiencias en el espacio público...Un encuentro con la historia desde sus protagonistas, eventos y acontecimientos1

La experiencia en las calles ...

Las calles evidencian la transformación de la ciudad por cuanto son el escenario físico de flujo y reflujo de elementos de composición social. La calle materializa las necesidades de quienes la habitan y la construyen y de quienes dependen de ellas como vías de intercambios de bienes.

Específicamente frente a los eventos religiosos, a través de las imágenes fotográficas de la primera mitad del siglo XX, se hace evidente que la iglesia sale a la calle desde los actos de piedad popular transformando este espacio público en lugar de manifestación comunitaria, y celebración litúrgica. Las actividades religiosas sugieren implícitamente la adopción de valores y comportamientos por parte de los ciudadanos, y la calle, vinculada a una simbología, se transforma en lugar de adoctrinamiento desde la formación en la fe.

En eventos tales como: el domingo de ramos en 1947, el recibimiento de la virgen de Chiquinquirá y la procesión del santísimo, se contaba con la participación de diferentes protagonistas donde se relacionaban diversas jerarquías sociales, estratos socioeconómicos, géneros y edades. Entre éstos; los representantes de la iglesia: sacerdotes, acólitos y diáconos, en compañía de monaguillos. Las mujeres: de alta sociedad experimentando la calle como lugar de reconocimiento de sus valores y posicionamiento social caminando junto a sus esposos e hijos mostrando la importancia del núcleo familiar y su papel como protectora de los hijos junto al hombre como cabeza de la familia; y las mujeres campesinas quienes se constituyeron en protagonistas visibles dentro de su propio anonimato; para ellas, la calle, se constituía en un espacio de visibilización dentro de la sociedad manifiesto básicamente desde su presencia.

Dentro de las actividades religiosas en las calles de Bogotá, se contaba también con los funerales, donde la calle se experimentaba como lugar de expresión y visibilización de la identidad política del pueblo con un líder a través de un medio: un funeral y un muerto. En este evento los protagonistas son los campesinos pero de manera especial surgen entre éstos: los niños vendedores en la calle, quienes de manera similar a las mujeres campesinas, era esporádica su presencia.

Diferentes eventos de carácter religioso y político, junto a diferentes protagonistas en las calles, han permitido hacer de este espacio público una construcción social en el que confluyen de manera simultánea múltiples lugares donde dialogan y se crean intencionalidades, usos, sentimientos, e intereses distintos a partir de los cuales cada uno de los ciudadanos hace una construcción propia de la ciudad. Por ejemplo, mientras que para una mujer de alta sociedad la calle se constituía en lugar de reconocimiento de su papel en el núcleo familiar; para un niño campesino vendedor, la calle y los eventos asociados a ella se constituían en un lugar-ocasión de supervivencia. Los roles cambian y los lugares también. Una misma calle en un mismo instante son diferentes lugares a la vez puesto que fácilmente los roles de los sujetos cambian en tanto cambian sus percepciones y relaciones con el espacio público de la ciudad.

De otra parte, las calles también fueron experimentadas como lugar de legitimación y reconocimiento público del poder ejecutivo del estado representado en la cotidianidad de la ciudad, la preparación frente a un posible ataque y en eventos especiales como los desfiles militares, cada uno de ellos expresando su propia simbología.

La calle fue lugar de disputa y lucha por el reconocimiento de los derechos de las clases obreras trabajadoras que, desde el sentimiento de inconformidad, vinculaban a otros actores para que se identificaran con la causa. La calle representaba para los protagonistas un lugar distinto, por ejemplo, para los policías y militares era el espacio donde se materializaban las normas y se ejecutaba el uso de la fuerza; y para los estudiantes, el lugar para trasgredir las normas y expresar su protesta frente a las decisiones del gobierno de la época.

La calle entonces se transforma en lugar de tensiones e intereses, lo que favorece o no la experiencia de los ciudadanos en ellas; así, para algunos la calle puede representar poder, para otros sumisión, para otros oportunidad y para otros temor; es decir, de acuerdo con sus actuaciones y la manera como los sujetos interactuaban en el espacio, así era la manera como lo construían.

La experiencia en la calle estaba asociada con la afluencia de público a un lugar, las diferentes formas de agregarse en él y los usos que éstos le atribuían al espacio, posibilitaban a cada uno de los protagonistas construir una manera de concebirse en el espacio público. Por, ejemplo, actualmente, en un acto de protesta se observa mayor aglomeración del público en forma de "masa única" a diferencia de las celebraciones religiosas en las que la multitud se observa con mayor recogimiento en pequeños grupos familiares con actitud de oración. Estas actitudes, registradas desde las imágenes fotográficas, contribuyen con la lectura de los roles de los protagonistas en el espacio público que vinculadas a sus expresiones, y a la ubicación en el espacio pone en evidencia grupos de interés -ya sean durante eventos sociales, religiosos, políticos o culturales- y la adopción de reglas de comportamiento sugeridas desde la experiencia en el mismo del espacio.

Las reglas de lugar en las calles de Bogotá en la primera mitad del siglo XX, pueden convocar a grupos específicos tales como élites, campesinos, y al mismo tiempo puede posibilitar un diálogo cultural donde la masa única involucre a muchos protagonistas sin distingos de raza, género o edad. La calle se transforma en lugar de exclusión o de inclusión de acuerdo a la manera como quienes la construyen desde el uso, la restringen o la amplían en su representación.

En los registros fotográficos se observaban también elementos asociados que incidían en la percepción y construcción del lugar y el comportamiento del ciudadano; así, en aquella época, la presencia de afiches con expresiones de protesta al gobierno, evidenciaba un periodo de inconformidad y la materialización de las ideologías de quienes estaban en oposición con las reformas o propuestas del estado, o la presencia de afiches publicitarios en muros y andenes que usaban la calle como espacio de comunicación para expandir las economías extranjeras e implícitamente sugerir nuevas ideas de bienestar y felicidad. En ambos casos, la calle se experimentaba como texto para comunicar mensajes que incidían en la representación que el ciudadano hacía no solo de la calle, sino de la ciudad en general. La calle como texto se convertía en pretexto para visibilizar una inserción de los sujetos en la modernidad, ya fuera para exteriorizar sentimientos de opresión, para materializar la adquisición de bienes, o como una nueva forma de proyectar las empresas litográficas y de publicidad en general. Los medios de comunicación generaron un nuevo espacio en la ciudad.

Aunado a lo anterior, emergieron en las calles desde la intencionalidad comercial, la presencia de almacenes, comerciantes, compradores, todos ellos vinculados a la compra y venta de servicios, alimentando esa teatralidad diaria de la que nos habla Armando Silva, contribuyendo con la construcción de ciudad en el imaginario de las personas, y haciendo de este un espacio dinámico no solo de tránsito sino también de formación e información.

Dentro de los protagonistas en las calles, se registran en las imágenes fotográficas, los loteros con su uniforme, y los vendedores ambulantes vinculados a la comercialización informal como nueva posibilidad de subsistencia en contraste con la internacionalización de la ciudad, oficios que sugerían entre los ciudadanos una marcada distinción de clases donde el arraigo popular se uniformó; pretendiendo de esta manera dar una imagen de organización en el espacio público de la ciudad.

Así, la imagen de ciudad moderna asociada a elementos innovadores, no se tejía solo desde la comunicación ni solo desde la presencia de lugares fijos o móviles para comercializar, sino también desde la emergencia de nuevos protagonistas cercanos a otro tipo de actividades: el transporte, la recreación, y el festejo. Aquí la calle nuevamente desde las imágenes fotográficas, se transformó y se experimentó desde el encuentro social, cultural y comercial.

La calles y los animales...

Los animales también hicieron historia en la primera mitad del siglo XX, desde la tracción de carruajes, el transporte de carga, el desplazamiento de militares, o sencillamente desde su tránsito de manera natural por las calles. Los animales representaban parte de la ruralidad agonizante en la primera mitad del siglo XX pues el auge de la cultura europea y la inserción de la tecnología, ya era rampante. En medio de las mulas, los caballos, los perros y los cerdos emergían: el tranvía, los buses y los carros.

Los animales cercanos al hombre representan el trabajo, la fuerza, la naturaleza, en medio de la ciudad.

A través de las imágenes fotográficas, las calles y avenidas eran el escenario para materializar las obras de infraestructura y la necesidad de posibilitar la movilidad vehicular como señal de apertura de la ciudad al mercado internacional. Y con estas transformaciones, los obreros con sus herramientas como protagonistas y junto a ellos y la ciudadanía en general, emergían nuevas formas de comportamiento; se requerían implícitamente, unos modos particulares de comportarse y de vestirse, según las políticas de los gobernantes, y las imágenes que estos construían de la ciudad.

Aunado a la ampliación de las vías como la Av. Jiménez, por ejemplo, se observa también cómo la "cara" de la ciudad se ve reflejada en la construcción de altos y modernos edificios que, durante su construcción, contribuían a generar un ambiente de congestión y esperanza, pero que a la larga enriquecía un paisaje de contrastes entre modernas construcciones de cemento Vs enormes casas con tejas de barro (huellas atrasadas de un ambiente colonial).

La experiencia en las plazas...

La simbología en las plazas, entre otros aspectos, es el reflejo de las transformaciones políticas de la época y el posicionamiento de diferentes prácticas en la cultura capitalina, tal como se registró a través de las imágenes fotográficas de la Plaza de Bolívar, a inicios del siglo XX. En ella, se transmitía una imagen de tranquilidad aún provinciana reflejada en su amplitud, los escasos transeúntes ejecutivos, la limpieza del espacio, el estado de las edificaciones, al fondo el capitolio ocupando la mayor cantidad del espacio y en el centro los árboles encerrados en rejas y entre este escenario, los transeúntes, y la estadía permanente de quienes se desempeñaban en el oficio de cocheros, conductor es del tranvía, arrieros y barrenderos; protagonistas que en medio de la imagen de ciudad tranquila, mostraban el uso comercial que se atribuía a este espacio (desde la venta de servicios vinculados al transporte hasta la ocupación y generación de empleo debido al mantenimiento del espacio público y la conservación de la plaza).

La Plaza de Bolívar, asociada a los fines de semana, era experimentada como lugar de encuentro particularmente de los feligreses quienes se encontraban luego de salir de la celebración religiosa. Los domingos, a diferencia de los días corrientes, la plaza era el espacio público de las mujeres tanto de la sabana como de la clase burguesa, sugiriendo una relación implícita entre el género femenino y la religiosidad. De este modo, la iglesia posicionada en el espacio público, a través de la mujer, sugería implícitamente unos modos de comportarse y de llevar la moral, así lo reflejaban sus indumentarias y los modos de dirigirse en el espacio público.

La estructura de la Plaza de Bolívar caracterizada arquitectónicamente por su ensanchamiento como lugar central de la ciudad, erigía en su distribución espacial la representación del poder. Bogotá cambió y también los usos del suelo en la Plaza de Bolívar, ya que en las imágenes fotográficas se observa su transformación: lejana a los ciudadanos y cercana a intereses de otra índole; en las fotografías de comerciales y los políticos, se observan nuevas relaciones y nuevas transacciones. Es así como se observa el paso de la ciudad de un cotidiano "tranquilo" a la congestión vehicular, cambio ligado a los avances en los medios de comunicación y el mejoramiento de las vías.


En las imágenes fotográficas de la Plaza de Bolívar en la primera mitad del siglo XX aparecen nuevos protagonistas: el mendigo y el niño limpiabarros con apariencia de arraigo campesino, quienes representan en medio de la plaza la diversidad y desigualdad entre los habitantes de la época y el desarrollo de actividades marginales como medio de supervivencia que motivaba una forma distinta de habitar el espacio público. Lo que para algunos era un lugar de tránsito, para otros era una posibilidad de subsistencia. Experiencia similar a la vivida en las calles.

La Plaza de Bolívar era al mismo tiempo "lugar de todos y lugar de pocos, lugar de contrastes, lugar de paso, lugar de historia", en ella se observaba en el cotidiano a quienes habitaban la ciudad -aunque visibles por la congestión y su tránsito- como peatones; y menos visibles, por su rol pasajero y cotidiano, los transeúntes (por ejemplo: los hombres campesinos, los ejecutivos, los obreros, los niños y las mujeres campesinas con su canasto). Una cotidianidad que incidía en la imagen de Bogotá para los ciudadanos, una ciudad para el trabajo, una ciudad congestionada y fría.

Si a inicios del siglo XX la Plaza de Bolívar visibilizó a la clase burguesa, en la década del 30 destacó a sectores marginados. En la mitad del siglo XX, la plaza tuvo nuevos usos porque en ella fueron frecuentes, las protestas en las calles y las expresiones de inconformidad donde los protagonistas fueron básicamente: la clase obrera y la gente del común.

A través de estas prácticas sociales situadas, estos nuevos protagonistas además de dotar de sentido a la plaza como espacio público, también la posicionaron socialmente como espacio político para que las protestas sociales se experimentaran como nuevas formas de conquistar los derechos civiles y para que la ciudad se viviera como una construcción social desde lo público.

Contrario "aparentemente" al ambiente de tensión política, las plazas también fueron vividas, de manera similar a las calles, como escenarios para la recreación y el asombro. La plaza era el escenario teatral donde las grandes empresas asombraban al público como mecanismo de manipulación comercial.

De manera similar a las grandesplazas, otras plazas, aunque más pequeñas eran de vital importancia para la ciudady, especialmente, para quienes las frecuentaban. Tal es el caso de la Plaza de la Cervecería Bavaria lugar de encuentro para compartir experiencias cotidianas por parte de mujeres, hombres y niños de arraigo campesino quienes desarrollaban como una de sus principales actividades la recolección del agua, muestra del abandono del estado frente a la provisión de servicios públicos a algunos sectores de la ciudad y reflejo fiel de la situación económica precaria de éstos vivían. Junto a estas actividades se observaban particularmente otras protagonistas, las aguateras, quienes transportaban y vendían el agua por la ciudad. Experiencias contrarias al ambiente de modernidad en otros momentos y lugares de la ciudad donde se experimentaban aires de cambio, celebración y novedad. Más hacia el Occidente la Plaza de San Victorino experimentada por la clase popular como lugar encuentros y celebración de la independencia. La plaza como lugar de creación de cultura motivaba en algunos casos la cultura popular y en otros el sentimiento nacional como mecanismo para fortalecer el sentido patrio y la identidad nacional.

Experiencias en las plazas de mercado...

Las plazas de mercado en las imágenes fotográficas de la primera mitad del siglo XX evidencian una fuerte actividad económica que sustentaba la seguridad alimentaria de los bogotanos, puesto que era en este lugar donde, particularmente, se podía acceder a los productos agrícolas.

La plaza de mercado afianzó una arraigada tradición cultural: el día de mercado, caracterizado por una mayor actividad comercial, asociado a la presencia de indígenas que habitaron la sabana de Bogotá y sobrevivieron al proceso de colonización, quienes se fueron transformando paulatinamente en campesinos con otro tipo de tradiciones heredadas de la colonia, entre ellas, su indumentaria: sombrero de paja, ropa de trabajo, alpargatas, un corte de tela sobre sus hombros para sostener la carga.



La plaza de mercado además de estar vinculada a la comercialización de alimentos, se constituía en lugar de encuentro de diferentes géneros y clases sociales: los vendedores de la plaza, los campesinos: hombres y mujeres de sombrero y ruana; y en medio de los bultos llenos de productos agrícolas, algunas señoras de alta sociedad acompañadas de sus criadas, en su gran mayoría, de arraigo indígena quienes desarrollaron un papel protagónico en la conservación de las tradiciones culinarias de la sabana, logrando así paulatinamente convertirse en parte de la familia. Y en medio de este lugar de encuentro, el desencuentro, motivado por la inserción del mercado extranjero, que sugería la venta de productos importados para atender a los requerimientos de la élite, y de manera sutil marcar nuevamente una diferencia entre clases sociales motivada por la capacidad de consumo.

Experiencia en los parques...

En el proceso de renovación urbana, a partir de 1910, los parques fueron usados como lugares de recreación para las familias santafereñas cuando salían el día domingo después de asistir a las actividades religiosas. De esta manera, los parques se constituyeron en escenario motivador de la movilidad urbana los fines de semana para quienes expresaban el deseo de ausentarse temporalmente de la rutina de la ciudad a causa de los afanes laborales y la congestión vehicular, este último, particularmente, a partir de la década del treinta.

Los parques fueron en la primera mitad del siglo XX, entre otras construcciones, un símbolo de modernidad y progreso, que materializaba la representación de ciudad en las mentes de los gobernantes de la época y la participación de los ciudadanos en la construcción colectiva de ese imaginario. En las imágenes fotográficas en este periodo de la historia, se observan: el Parque de la Independencia, el Parque Luna Park, el Parque Santander, el Parque Gaitán, y el Parque Nacional, cada uno con sus particularidades pero compartiendo algo en común: todos eran lugares construidos socialmente a partir de las interacciones que se establecían entre los sujetos; y entre éstos con el ambiente, eran lugares de esparcimiento, diversión y encuentro/reconocimiento social. En ellos los ciudadanos, hacían posible su encuentro con la naturaleza, consigo mismo, con el otro, con los otros; pareciera un mundo aislado de la congestión, la transformación, las construcciones, y las maquinarias de la Bogotá de aquel entonces.

El Parque de la Independencia fue escenario de majestuosas presentaciones; usos para los cuales fue concebida de una manera particular su arquitectura y distribución espacial; sin embargo, se observa en las imágenes fotográficas, la transformación de este espacio como lugar, no desde las modificaciones arquitectónicas sino desde las experiencias de los ciudadanos durante la primera mitad del siglos XX, así, en la primera década, el Parque de la Independencia lucía un aspecto de organización; al fondo frondosos árboles, en segundo plano el quiosco de la música y en primer plano hombres y mujeres, adultos, elegantemente vestidos para la celebración, caminando tranquilamente sobre una superficie limpia y de aspecto llano.

La naturaleza como elemento propio del paisaje rural y componente vivo del paisaje urbano, rodeaba al parque favoreciendo la percepción de tranquilidad y descanso en los visitantes. La árboles representan la madre tierra, el equilibrio y las raíces de un pueblo, en contraste con el pabellón de la música de forma octogonal, símbolo de los últimos avances de industria y el arte nacional simulando un estilo europeo en su elaboración conformada básicamente por madera y cemento que simulaba el hierro como material de uso moderno, destinado al uso de bandas musicales que hacían parte de la exhibición de los pabellones del parque. Así, los actos musicales presentados en el quiosco donde emergían nuevos protagonistas, los músicos, complementaban la tranquilidad del paisaje con un ambiente de erudición. Implícitamente se construía en el inconsciente de los visitantes la representación de parque asociada con cultura, lo que por la indumentaria de los asistentes, era un privilegio de pocos, la clase alta.

El parque y la imagen del parque como construcción social sugerían implícitamente en el bogotano la identificación y gusto por un modelo extranjero que contribuía no con una pérdida de identidad, sino con el desconocimiento de su propia identidad. Los parques entonces se constituían no solo en lugares de reconocimiento social -debido a la afinidad y gusto por los actos culturales al estilo europeo, contrario al gusto del pueblo- sino también en lugares de distinción de clase por su afinidad con la moda; las mujeres vestían trajes largos con finas telas algunas de ellas estampadas y los caballeros trajes oscuros de finos paños importados. Ambos portaban lujosos sombreros como accesorios para lucir la última moda y protegerse del frío.

En la imagen fotográfica del Parque de la Independencia el día 23 de julio de 1923, se observan en las imágenes otros protagonistas, los niños y junto a ellos, el público caminando y conversando. Si bien se mantiene el aire cultural, se observa una actitud más informal y confiada en los visitantes. La representación del parque iba asociada además de la cultura, como lugar para el ocio y los diálogos entre amigos y conocidos. En la imagen, además de grupos familiares, se observan visitantes que caminan en parejas de hombres y mujeres quienes conversan tranquilamente. Los parques también estaban siendo percibidos además de tranquilos, seguros.

El entorno físico del parque incidía sobre el comportamiento de los visitantes, en tanto la tranquilidad de la naturaleza les sugería el sano esparcimiento, las caminatas silenciosas y lentas, el disfrute del saludo y el compartir social, lo que a su vez motivaba la identidad de lugar de los ciudadanos con los parques. Muestra de ello, se observa en el transcurso del tiempo, a través de las imágenes fotográficas, de qué manera los parques eran cada vez más visitados y a diferencia de la primera década, convocaban a un mayor número de personas de diferentes condiciones sociales. Un lugar que inicialmente era para el disfrute de un grupo élite, se fue constituyendo en un espacio de encuentro en el que participaban otros protagonistas dotándolo de un sentido más social e integrador. El parque se había construido como lugar de comunicación entre diferentes grupos sociales.

De este modo, el ambiente, el componente del paisaje, las percepciones de los visitantes fue ampliando el uso; ya no era solo las caminatas de las élites, era también usual ver personas del común, mujeres y hombres campesinos en compañía de niños y niñas quienes correteaban por el lugar.

Aunque la imagen de parque construida en las representaciones de los ciudadanos fue concebida desde los gobernantes al estilo europeo, los ciudadanos -con su asistencia e interacción con el lugar- lo fueron transformando porque le imprimieron instalando la huella nacional del campesino, el empleado, el obrero, el policía, el vendedor y de las familias comunes y corrientes...

En una de las imágenes fotográficas analizadas, se observa también cómo el parque fue lugar de encuentro con las tecnologías, y en esta ocasión ya no con las de infraestructura, sino con la fotografía "privilegio de pocos en esta época", utilizada como dispositivo para transformar la percepción del tiempo y el espacio. Y en este proceso nuevamente la mujer bajo el rol de fotógrafa advertía su inmersión y conquista del espacio público en otro escenario laboral diferente a cargar agua, vender legumbres, trabajar en fábricas o como servicio doméstico.

Además, la imagen de realidad tangible representada en la fotografía contribuyó a la transformación del imaginario de realidad que tenían los habitantes de Bogotá de la época, es decir, lo real era objeto de múltiples interpretaciones aún sin estar en contacto directo con él. La realidad del momento, la experiencia de un grupo de niñas en un parque al cual dotaban de sentido y estaba ubicado geográficamente en un espacio físico determinado, ahora era el parque en una imagen fotográfica a la cual también se le dotaba de sentido. El parque en la imagen o en la experiencia tangible, ya era motivo de recuerdo y añoranza aún a través de la fotografía.


Conclusiones

A partir de los registros de las imágenes fotográficas de Bogotá en la primera mitad del siglo XX, se puede afirmar que los espacios físicos y su estructura inciden en el comportamiento de los ciudadanos en la medida en que les motivan acciones, percepciones y representaciones "imágenes de la ciudad" que inciden en sus modos de actuación, a su vez, los sujetos desde sus actuaciones dotan de sentido y le atribuyen un significado a los espacios públicos haciendo de ellos lugares llenos de toda una simbología que trasciende la experiencia individual para volverla colectiva, fortaleciéndose así las relaciones transactivas, tan necesarias para construir y comprender el espacio público, generar identidad de lugar y posibilitar experiencias pedagógicas y oportunidades de aprendizaje para los ciudadanos.

Las prácticas sociales "situadas" registradas a través de las imágenes fotográficas permitieron develar una historia que motiva el reconocimiento de los protagonistas, entre los que se cuentan hombres, mujeres y niños, quienes forjaron y moldearon la ciudad a partir de sus experiencias en el espacio público. Protagonistas tales como: campesinos, obreros, indígenas, aguateras, empleadas domésticas, vendedores de la plaza de mercado, estudiantes universitarios, cocheros, conductor del tranvía, arriero, barrendero, chofer de taxi, mujeres de la sabana, mendigos, transeúntes curiosos, comerciantes, vendedoras de colchones, compradores, vendedores ambulantes, el niño limpiacarros, músicos, fotógrafos, mecánicos, sacerdotes, acólitos, diáconos, monaguillos, policías y militares; y con ellos una serie de simbología: los pies descalzos, las alpargatas, el sombrero de paja, las vasijas de barro, el agua, las máscaras antigases, entre otros, que permitieron construir identidades colectivas y se constituyeron en elementos que median el aprendizaje en un escenario informal como lo es la ciudad.

Junto a quienes habitaron y experimentaron la ciudad, importante mencionar desde los registros fotográficos, a los animales: mulas, caballos, perros y cerdos; los dos primeros, vinculados principalmente como protagonistas en las transformaciones urbanas y las actividades económicas y comerciales de la ciudad.

Retomando las prácticas "situadas", vemos como ellas están asociadas a los diferentes espacios públicos porque favorecían la experiencia de una u otra clase social y con ella la incorporación de conductas, así, aunque un parque fuera creado para todo el público, la afluencia de uno en particular, restringía implícitamente la experiencia de otros, a su vez, se acentuaba el disfrute y la experiencia en un espacio público, se motivaba y acentuaba una mayor participación por parte de los ciudadanos. Lo anterior, se observa particularmente en el Parque de la Independencia donde la afluencia de personas de clase alta sugería con el tiempo un mayor uso por parte de otras clases hasta el punto de su popularización.

Respecto a las funciones que cumplían los lugares en el espacio público, se experimentó la Plaza de Bolívar como lugar de esparcimiento y ocio para paseos cortos y encuentros sociales, como lugar para materializar las políticas de los gobernantes de la época visibles desde la disposición del espacio y el equipamiento de la ciudad, como lugar de reconocimiento social de las élites y de los marginados, como un lugar o medio de subsistencia, como lugar de lucha y conquista de derechos, como lugar de expresión política. Las plazas abiertas y plazas de mercado eran experimentados como lugar de cambio e intercambio de bienes y servicios. Junto a las calles fueron lugares para la recreación y el asombro. Las calles como representación del poder eran lugar de legitimación y reconocimiento público del poder ejecutivo del estado, lugar de aprestamiento facilitador de la labor militar y la disposición para la garantizar la seguridad y el estado de normalidad en la ciudad, lugar para visibilizar nuevas reglas y comportamientos, y nuevas prácticas asociadas al consumo y al "rebusque".

En el espacio público estaban insertas unas dinámicas particulares relacionadas con las prácticas de uso, lo cual nos facilita observar una yuxtaposición de algunas funciones, tal es el caso de los funerales donde el espacio público era escenario de expresión religiosa y al mismo tiempo era un evento que atribuía a la calle, la función como lugar de expresión política.

Las experiencias en el espacio público y los diferentes significados atribuidos a éstas por parte de los ciudadanos estaban asociados a la ubicación geográfica, a las posibilidades de encuentro, a la cercanía de lugares dispuestos para asuntos políticos, a eventos religiosos y comerciales y a otros aspectos relacionados con la modernidad de la ciudad por ejemplo: las transformaciones físicas, la incorporación de nuevas normas y reglas de comportamiento social, las nuevas modas, los nuevos ideales con aires de independencia, la congestión vehicular, la reducción del espacio peatonal, el posicionamiento de los medios de comunicación, el mejoramiento y la ampliación de vías, la canalización de ríos y la inclusión de tecnologías. Y con todo ésto, grandes movilizaciones de gente: incremento del público en los espacios públicos, aumento de obreros y trabajadores, emergencia de la economía informal, enfrentamientos entre las fuerzas militares y la población civil, manifestaciones sociales, muros llenos de información, pasacalles, brazos levantados, manos empuñadas, auge de almacenes, venta de productos importados, competencia comercial, ciudadanos - objeto manipulados para el consumo.

Es precisamente en la primera mitad del siglo XX donde se registraron eventos políticos tales como el boicot al tranvía en 1910, el funeral del jefe militar y político Benjamín Herrera en 1924, el desfile de automotores en 1947, la huelga en el café 1946, la huelga universitaria en 1947, la manifestación en el periódico El Siglo en 1944, la demolición de bolas en la Plaza de Bolívar por parte de los obreros en 1948, y la manifestación de taxistas en 1948 que, llevados a cabo de manera paulatina, motivaron cerca a la mitad de la centuria, el gran acontecimiento del 9 de abril de 1948, hito que transformó la historia de la ciudad. Fue en la primera mitad del siglo XX donde se vivió el tránsito entre la tranquilidad y el activismo, entre una vida sosegada cercana a lo rural y la congestión citadina. Todas estas experiencias fueron en su momento y se retoman hoy en día como oportunidades para apropiarse de la historia, aprender de la cotidianidad en el espacio público, identificarse con los eventos y acontecimientos registrados en ella, despertar en los transeúntes nuevas motivaciones y nuevos sentidos para transitar por las calles, compartir en los parques o experimentar las avenidas. La primera mitad del siglo XX permeó desde toda su teatralidad las mentes de quienes habitaron a Bogotá y las mentes de quienes hoy en la cotidianidad se dan la oportunidad de recrear la historia, de valorar a quienes la forjaron y reconocer en estos protagonistas visibles, la cercanía misma con las raíces de propios y extraños.

Y es precisamente desde las posibilidades que ofrece la ciudad y sus espacios públicos donde se posibilita la interacción con diferentes personas y la formación en valores tales como la solidaridad, el respeto a la diferencia, la perseverancia, la comunicación y la convivencia. Las brechas sociales creadas por el desarrollo económico de la ciudad motivaban que dentro de un espacio público como la calle, por ejemplo, se crearan sublugares construidos por las prácticas de diferentes clases sociales, sin embargo, estos sublugares se recomponían en un nuevo único lugar de manera particular cuando las prácticas vinculaban la religiosidad, el dolor del duelo o los sentimientos de inconformidad y resistencia política. En este sentido, en el periodo analizado a través de las imágenes fotográficas (1910-1948), eventos tales como las procesiones religiosas, los entierros, las celebraciones litúrgicas, los desfiles estudiantiles y las manifestaciones públicas aportaban en la socialización de los protagonistas provenientes de diferentes jerarquías sociales, estratos socioeconómicos, géneros y edades, y convocaban a la superación de barreras ideológicas, culturales y/o económicas. El espacio público como construcción social no es estático como tampoco lo son las funciones que presta a los ciudadanos que lo experimentan o que lo viven ni las maneras como éstos a su vez lo co-construyen.


Recomendaciones

Ofrecer una serie de recomendaciones a partir de esta investigación, se fundamenta en la pedagogía urbana y en el reconocimiento del aporte que hace la recuperación de la historia y en ella los significados en los lugares públicos, como elementos formadores de la identidad urbana y la cultura ciudadana. La historia se mira más desde los significados por el valor educativo que cumple en la ciudad.

Específicamente respecto a la pedagogía urbana, retomando a Páramo (2009) por su naturaleza como "campo de conocimiento", cuyo objeto de estudio centra su atención en el "espacio público y los lugares culturales de la ciudad" con el "propósito de contribuir a la creación de una cultura ciudadana, a la formación del individuo, a facilitar la convivencia entre las personas y a la apropiación de la ciudad a través de la participación en los distintos escenarios", las recomendaciones en esta investigación toman -como medio movilizador en el espacio público- las imágenes de la ciudad registradas en las fotografías de la época para que su riqueza comunicativa le permita al lector fortalecer los procesos de aprendizaje en el espacio público desde la educación informal; ya que la educación amplía los horizontes de la escuela e integra a propios y extraños, especialmente, a quienes no acceden por distintas razones a la educación formal. Ampliar los horizontes de la escuela no significa que la ciudad y el espacio público sean una prolongación de la escuela, sino que la ciudad y los significados atribuidos, a partir de la prácticas situadas, dotan de sentido a los lugares públicos y aportan a la consolidación de la educación del ciudadano.

Por lo anterior, esta investigación sugiere dentro de la planeación urbana y las nuevas propuestas de infraestructura en Bogotá reconocer, a partir de la historia, las relaciones transactivas entre los sujetos y el escenario físico que median la valoración y construcción de lo público. Así, la presencia de objetos, su ubicación, los modos de ser representados inciden en la sicología del ciudadano y movilizan además de las imágenes de la ciudad, acciones y comportamientos de diferentes tipos.

Si la ciudad ofrece experiencias positivas motivadas por la forma como se conciben los espacios y se planea la ciudad, se suscita que los actores sociales transiten en la vía de la conservación y el mejoramiento del contexto urbano, formación que sugiere no solo asumir comportamientos positivos con los objetos sino también con los sujetos que circulan por la ciudad.

Esta investigación plantea, como medio movilizador, una imagen positiva de la ciudad y, como medio de aprendizaje en el espacio público, la imagen fotográfica fija, móvil o itinerante de la historia en los lugares donde se llevaron a cabo los diferentes eventos en la primera mitad del siglo XX. Las imágenes permiten evocar, reconocer y apropiar una realidad cambiante y unas experiencias que desde la historia aportan en la construcción de la memoria individual y colectiva.

Fotografías itinerantes donde se muestran eventos donde compartían campesinos e indígenas con personas de la clase alta, o eventos donde compartían, en equidad, el espacio público tanto hombres como mujeres. El análisis de estas fotografías itinerantes se ofrece como oportunidad para aprender acerca de la convivencia, el derecho a la igualdad, el respeto a la diferencia la equidad de género.

La historia de Bogotá en la primera mitad del siglo XX puede socializarse en el espacio público a través del arte en los muros, donde se presenten los protagonistas, eventos y acontecimientos de la época. Estas elaboraciones artísticas pueden ser desarrolladas desde propuestas educativas -que integren la participación de establecimientos educativos públicos y privados de educación básica, media, técnica o superior- o desde un trabajo formativo de indagación -por ejemplo desde la historia oral- que dote de sentido el espacio público a través de la interpretación del contenido de la imagen.

Los recorridos turísticos o las salidas escolares podrían desarrollarse desde las visitas guiadas por calles, plazas y parques de la ciudad donde se recreen las imágenes de la época; así mismo, el contenido de las imágenes fotográficas podrían proponerse como eje de exposición en museos y escuelas o podrían ser representados en actos culturales y obras de teatro que traigan a la memoria, la práctica social del espacio público.




Notas

1 Un mayor detalle de las prácticas sociales situadas, en estos tipos de lugares, se encuentra en la tesis de Maestría en Educación: Castaño Díaz, Clara Ángela.(2009). La experiencia en el Espacio Público registrada en las imágenes fotográficas de Bogotá en el siglo XX (1910 -1948): una mirada histórica desde las prácticas sociales. Facultad de Educación, Departamento de Posgrados. Universidad Pedagógica Nacional.




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